Por: Juan Illich Hernández
Durante el mes de junio la comunidad Sabor y Aroma de Caguas, mejor conocida como Savarona, no solo está de celebración, sino que también su emblemática capilla Nuestra Señora del Perpetuo Socorro cumple noventa años de su edificación. Lo particular de esta, es que desde sus inicios bajo la terrible y depresiva década de los 30’s, el fenómeno urbano y a su vez, el movimiento modernizador arquitectónico, buscó rediseñar los espacios de este histórico barrio para tornarlos en una especie de dibujo conurbano. Es importante mencionar, que a pesar de que Savarona resulte estar ubicado en una zonificación más que céntrica para las masas, este se localiza geográficamente en las afueras del casco urbano. Dicho hecho, amerita ser traducido psicosocialmente desde la lectura del diseño urbanista y a su vez sociológico como exclusión o expulsión hacia las afueras, ya sea por motivos socioeconómicos como culturales en general. De ahí, que la presente comunidad se entrecruce con otras colectividades e inclusive lugares.
Al hacer señalamiento acerca del concepto “conurbano”, hay que tener en cuenta que este proviene de la misma arquitectura, el cual consiste e integrar dentro de una región varias áreas o sectores en vías de crecimiento poblacional, para lograrlo fusionar. Cabe destacar, que a pesar de que coexistan diversas urbanizaciones, barrios, entre otros colindando dentro de un mismo espacio territorial como son el Verde, Billy Suarez e inclusive Machín, estos tienen su propia subcultura e identidad. Así que, en ese sentido, el coincidir en un entorno tan atesorado para los miembros de Savarona como es el parque de pelota Ydelfonso Solá Morales a su vez se comparte entre comunidades el espacio de la capilla. Aún hoy, tales efectos permanecen más que latentes, sobre todo en la cálida sensación de recibimiento y pueblo.
Lo más característico y llamativo de la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es que pertenece a una comunidad actualmente compuesta por un multiculturalismo fascinante al que personas de toda nacionalidad, clase social, etnia, ideología política y ámbito geoespacial concurre sin prejuicio alguno. Tanto es así, que según nos presenta el historiador Juan David Hernández & el profesor/psicólogo Carlos Rubén Carrasquillo (2014) “desde la década de los noventa la comunidad hasta el sol de hoy es enriquecida con la migración dominicana”. Esta no solo ha propulsado iniciativas de todo tipo de índoles ecuménicas y social-comunitarias, sino que también integra las fiestas marianas de Altagracia, innovación musical, etc.
Evidentemente, más allá de estarse celebrando y conmemorando los noventa años de la capilla, resulta prioritario y admirable subrayar, la incansable lucha con la que se continúa impulsando, tanto la palabra como a su vez un afectuoso lazo comunitarista. Son estos últimos los que precisamente ahondan el verdadero sentimiento de pertenencia y aroma de barrio, dado que son muy pocas las comunidades que mantienen en su corazón los sobresalientes rasgos de superación, perseverancia, ecumenismo e inclusividad.
Por tal razón, es que aparte de ovacionarse y elogiarse la trayectoria de esta icónica capilla, se está valorizando el incondicional apoyo de su gente e integrantes de otros sectores circundantes, puesto que sin estos detalles el perfume que emite el barrio “Sabor y aroma” jamás podría haber hecho esto posible. Ha sido gracias a estos esfuerzos, que los noventa años que actualmente se cumplen seguirán extendiéndose con el devenir del tiempo. Esto precisamente surge por el compromiso sociohistórico, por lo que este próximo 30 de junio extendemos una cordial invitación a las 11:00 a.m. a la misa de celebración.
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