Editorial Semana
Aislamiento social y soledad aumentan riesgo infarto miocardio y accidente cerebrovascular
Redacción Editorial Semana, Inc.
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El aislamiento social y la soledad aumentan a un 30% el riesgo de muerte por infarto de miocardio y accidente cerebrovascular. Según aspectos destacados de la declaración científica de la American Heart Association, el aislamiento social y la soledad son frecuentes en los EE. UU. y tienen efectos dañinos en la salud del corazón y del cerebro.
Además, personas adultas mayores y de grupos socialmente vulnerables, como las de grupos raciales o étnicos desfavorecidos, con discapacidades o quienes son miembros de grupos de minorías sexuales o de género, pueden tener un mayor riesgo de aislamiento social y soledad.Los datos también indican que el aislamiento social y la soledad pueden haber aumentado entre muchos grupos durante la pandemia del COVID-19.
En la declaración también se señala la falta de datos acerca de las intervenciones que pueden mejorar la salud cardiovascular en personas socialmente aisladas o solas.No obstante, se necesita más investigación para desarrollar e implementar intervenciones de salud pública a fin de reducir los efectos adversos del aislamiento social y la soledad en la salud cardiovascular.
Este riesgo aumenta con la edad debido a factores de vida, como la viudez y la jubilación. Sin embargo, los adultos más jóvenes también experimentan aislamiento social y soledad. En una encuesta del proyecto Making Caring Common de la Universidad de Harvard se describe a la “Generación Z” (adultos de entre 18 y 22 años en la actualidad) como la generación más solitaria. El aumento del aislamiento y la soledad entre los adultos más jóvenes se puede atribuir a un mayor uso de las redes sociales y a una menor participación en actividades significativas en persona.
Los datos también indican que el aislamiento social y la soledad pueden haber aumentado durante la pandemia del COVID-19, particularmente entre los adultos jóvenes de 18 a 25 años, los adultos mayores, las mujeres y las personas de bajos ingresos.
Según la presidenta del grupo de redacción de la declaración científica y profesora de medicina clínica y directora administrativa de la equidad, la diversidad y la inclusión en la salud de la Universidad de California, San Diego Health, Crystal Wiley Cené, el aislamiento social se define como tener contacto presencial poco frecuente con personas en términos de relaciones sociales, como con familiares, amigos o miembros de la misma comunidad o grupo religioso.
Cené explicó que la soledad se produce cuando siente que está solo o tiene menos conexión con otras personas que lo que desea. Asimismo, el grupo de redacción descubrió que la falta de conexión social se asocia a un mayor riesgo de muerte prematura por todas las causas, especialmente entre los hombres. El aislamiento y la soledad se asocian con marcadores inflamatorios elevados, y los individuos menos conectados socialmente tenían más probabilidades de experimentar síntomas fisiológicos de estrés crónico.
Por otro lado, el aislamiento social durante la infancia se asocia a un aumento de los factores de riesgo cardiovascular en la adultez, como la obesidad, la presión arterial alta y el aumento de los niveles de glucemia. Los factores socioambientales, como el transporte, la vivienda, la insatisfacción con las relaciones familiares, la pandemia y los desastres naturales, también son factores que afectan las conexiones sociales.
De igual manera, personas con enfermedades cardíacas que estaban socialmente aisladas tenían un aumento de dos a tres veces en la muerte durante un estudio de seguimiento de seis años. Los adultos socialmente aislados, con tres o menos contactos sociales al mes, pueden tener un 40% más de riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular o un infarto de miocardio recurrente.
Además, las tasas de supervivencia de la insuficiencia cardíaca a los cinco años fueron más bajas (60%) en el caso de personas socialmente aisladas. En el caso de personas tanto aisladas de manera social como con depresión clínica (62%), en comparación con aquellas que tienen más contactos sociales y no están deprimidas (79%).
El aislamiento social y la soledad también se asocian a comportamientos que afectan negativamente la salud cardiovascular y cerebral, como niveles más bajos de actividad física autoinformada, menos consumo de frutas y verduras, y más tiempo de sedentarismo. En varios estudios de gran tamaño se encontraron asociaciones significativas entre la soledad y una mayor probabilidad de fumar.
Algunas poblaciones son más vulnerables y se necesitan más investigaciones para comprender cómo el aislamiento social afecta a la salud cardiovascular y cerebral en estos grupos. Entre éstas, se incluyen: niños, niñas y personas adultas jóvenes, personas de grupos raciales y étnicos subrepresentados; comunidad LGBTQ (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, y queer) y personas con discapacidades físicas, deficiencias auditivas o de la visión que viven en áreas rurales y comunidades con pocos recursos. Igualmente, personas con acceso limitado a la tecnología y al servicio de Internet, inmigrantes recientes y personas encarceladas.