Editorial Semana
Cuando llega el mes de octubre

Por: Myrna L. Carrión Parrilla
Cuantos recordarán esa canción infantil que aprendíamos de niños y llenos de ilusión y alegría, cantábamos en esta época, iniciando el mes de octubre.
Jubilosos todos cantábamos “cuando llega el mes de octubre, voy al huerto de mi casa, y busco con alegría tres o cuatro calabazas, las preparo, las arreglo …
En fin, en nuestras costumbres, las calabazas son parte de nuestra mesa, de las sabrosuras de la cocina puertorriqueña, aunque abrirlas para sacarle las semillas, ojos, boca o nariz, no es parte de nuestro folklore.
Vienen a mi mente estos recuerdos pues comienza el mes de octubre enfrentando la realidad de que luego del más reciente huracán ha habido muchas pérdidas, pero entre las mayores, son las de la agricultura.
En nuestro país, con miles de sacrificios, los agricultores luchan por mantener siembras y todo un andamiaje para consumir lo local se lleva a cabo, para darle vida a un sector que asume esta gran responsabilidad.
Es muy triste cuando vemos las reseñas de fincas completas de plátanos y guineos y siembras de todo tipo, sumergidas bajo agua unas y destrozadas por los vientos la mayoría. Esfuerzos de meses unos y de años en casi todos los casos, pues es mucho el trabajo y la inversión necesaria para ver un buen resultado.
Puertorriqueños que cultivan la tierra con la valentía necesaria para enfrentar los retos de la inflación, la competencia en precios de los productos no locales, los impactos de la Naturaleza ya sea por lluvia o sequía, en fin, hombres y mujeres que dan lo mejor de sí para que lleguen a nuestra mesa alimentos de la mejor calidad.
Nos quejamos de los precios de lo local, pero ¿los respaldamos como para que sus precios puedan ser competitivos? Recordemos que los agricultores enfrentan los mismos costos de agua, luz y materiales que el resto de la población en nuestro país, ¡ah! Sin olvidar los aumentos de salario que recientemente se han aprobado y ha habido que incluir en los costos operacionales.
Me pregunto, además, si a las futuras generaciones le estamos sembrando el respeto, amor y compromiso con la tierra y enseñándoles el amor y admiración por la agricultura. No se si en esta vida de tanta prisa, en la que es más fácil comprar en un “fast food” que cocinar, aunque no sea tan saludable, se sacará tiempo también para educar en el valor de cultivar la tierra y respaldar la agricultura local. En una isla que dependemos de lo que produzcamos o lo que se pueda importar, debería haber en cada casa aunque fuera un tiesto con tomates, con cilantrillo o recao, yautía o calabaza, para que cuando llegue mes de octubre, con tormenta o huracán, tengamos algo de alimento y a nuestro país podamos levantar.