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  • Foto del escritorEditorial Semana

De nuestras escuelas


Por: Myrna L. Carrión Parrilla


Este año va volando, es una expresión que cada vez se hace más real. Ya estamos a mitad del mes de agosto, por lo que apenas le queda, cuatro meses.


Los comercios ya adelantan decoraciones de las temporadas que acostumbran a promover, mientras, las escuelas se preparan y en muchos hogares bultos lápices y libretas se tienen por doquier.


Esta semana regresan los estudiantes a sus escuelas, a las que quedan, pues un impactante cambio demográfico ha hecho que, tanto en el gobierno como en lo privado, se haya tenido que cerrar escuelas, por una dramática disminución de matrícula.


Esto es algo que se ve en el mundo entero y en Puerto Rico es importante entender que esta realidad hay que atenderla, con decisiones asertivas y con los pies en la tierra.


Con el regreso a la escuela todo el país se transforma, pues es de todos conocidos que las escuelas generan una dinámica muy particular en la sociedad, del país. Pero lo más importante es la dinámica que se da en la vida de cada niño y niña que tienen la oportunidad de compartir, socializar, educarse y en algunos casos, alimentarse, pues se sabe de los muchos niños que su mejor comida del día, es la que tienen en su escuela.


La escuela es el espacio donde todos los que hemos tenido la oportunidad de asistir, crecemos, nos relacionamos, desarrollamos destrezas sociales y adquirimos los conocimientos que servirán de base para lo que aspiremos en el futuro. Los primeros educadores de los niños son los padres y la escuela es esa herramienta, ese socio que se une a ellos para ayudarles con el desarrollo de las destrezas académicas y apoyarles en la formación del carácter y desarrollo de valores. De ahí que es fundamental una integración entre hogar y escuela y un esfuerzo para que haya comunicación entre ambas partes, pero sobre todo que sea una efectiva, respetuosa, franca y abierta.


Quisiera que todos los niños y jóvenes del país estuviesen matriculados en alguna escuela y no que se quedarán en la escuela de la calle, que en vez de formarlos e instruirles, los deforma y destruye.


Educarnos y prepararnos para obtener un empleo o desarrollar nuestro propio emprendimiento, ha sido siempre la aspiración de la sociedad con respecto a cada uno de sus miembros. Llegar a adultos y cumplir metas como obtener un buen empleo, adquirir una propiedad, un auto, viajar, entre otros es parte de lo que espera en la vida. Detrás de todo esto está la realidad de la necesidad del dinero..


Me pregunto, si es el dinero, lo que nos hace ver jóvenes que dejan sus estudios y escoger por ser asesinos a sueldo o trabajar para el mundo de las drogas, algo que nos debe inquietar y ocupar. A nuestros jóvenes les ha tocado vivir un mundo en el que tener y poder en muchas instancias se les presenta como mas importante que el ser. Un mundo en el que un significativo número de jóvenes sin mucho estudiar y rompiendo todo esquema tradicional o entendido como correcto, logra hacer dinero y mucho dinero lo que puede que en parte desaliente el estudiar..


En un mundo en el que escoger por la calle, produce mas dinero que estudiar, para las escuelas, es un gran reto convertirse en un espacio que además de educarles, les atienda sus inquietudes e intereses y les permita identificar el valor que añade el educarse y escoger por el camino correcto. Para formar una villa con un ciudadano basta, para formar a un niño, hace falta toda la villa. Unirnos padres, maestros y miembros de la comunidad en general para hacer de nuestras escuelas un lugar para soñar, debe ser compromiso de todos.


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