
Por: Jesús Santa Rodríguez
La seguridad individual y de nuestras familias, y la consideración a nuestros rescatistas deben estar dentro de nuestras primeras consideraciones siempre, particularmente en estas fechas cuando muchos disfrutamos del turismo interno y visitamos las playas y los ríos de la isla. Muchos de estos lugares están identificados como áreas recreativas, pero otros no son aptos para el placer y el deporte.
Son cada vez más frecuentes las noticias sobre incidentes de personas arrastradas por el mar o los golpes de agua en los ríos a pesar de las advertencias que se ofrecen en los medios, las redes y hasta en la señalización de banderas en las playas apuntando al riesgo de perder la vida por meterse a nadar y hacer deportes acuáticos en condiciones peligrosas. Algunos de los arrastrados por las corrientes han tenido la suerte de ser rescatados al costo del sacrificio de quienes arriesgan sus vidas para sacarlos de la emergencia. Otros, lamentablemente, no sobreviven.
La muerte por asfixia por sumersión es una de las causas de muerte menos estudiadas en Puerto Rico. Somos una isla rodeada de costas y playas, y cruzada por miles de ríos y quebradas que, con alguna cantidad de lluvia, crecen de forma peligrosa. Históricamente, más del 70 por ciento son personas jóvenes y en edad productiva que se encuentran entre los 16 y los 60 años, y la gran mayoría son hombres. A pesar de que el número de turistas muertos por asfixia por sumersión ha incrementado en los últimos años, gran parte de estas fatalidades son de puertorriqueños.
Algunas conductas de riesgo de las víctimas de ahogamiento son: ignorar o subestimar las advertencias y anuncios sobre el clima y las mareas peligrosas; nadar en áreas de desagües de ríos que dan a los balnearios; desconocer sobre las corrientes bajo la superficie; consumir alcohol antes de cualquier actividad en o cerca del agua; usar o dormirse en flotadores en lugares prohibidos por representar un riesgo de que la corriente le conduzca a aguas profundas y turbulentas; subestimar la profundidad del agua antes de sumergirse o lanzarse; saltar en aguas turbias que impiden la visibilidad del fondo y elementos peligrosos; dejar a niños solos sin supervisión en cuerpos de acuáticos; entrar al agua con botellas y otros artículos riesgosos, incluso para la fauna marina; recorrer riberas sin conocer el camino y la peligrosidad de un posible golpe de agua sin acceso alto para escapar. Los niños pequeños están en riesgo de ahogamiento en piscinas. Es indelegable supervisarlos.
En un país rodeado por más de 600 millas de costas y con más de 130 playas, y millas de ríos y lagos, es importante incluir en la agenda que nuestros niños aprendan desde pequeños a nadar y que todos sepamos las técnicas de resucitación cardiopulmonar. Sin embargo, lo más importante es observar las señales de peligro, no dejar niños sin supervisión en áreas acuáticas y no incurrir en conductas peligrosas para la vida propia y de los rescatistas. Disfrutemos del verano y de nuestros recursos con responsabilidad.
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