Por: Juan Illich Hernández
Resulta curioso y hasta risible cómo muchas personas tienden a ver al proceso sociopolítico de las elecciones como uno involutivo e incluso disparatado dentro de una colonia. Sin embargo, si en algo estamos claro, es que no ha habido en la historia ningún país dentro de la geografía económica que haya podido independizarse sin entrar en una revolución o levantamiento a gran escala como pueblo. Dicho dato mejor no lo pudo subrayar el filósofo caribeño Frantz Fanon (1968) el cual dice “Para el pueblo colonizado, el valor más esencial, por ser más concreto, es primordialmente la tierra”. A pesar de que nuestro imaginario e inclusive narrativa sociohistórica estribe una cultura de la dejadez y del “Ay, bendito” psicológicamente hablando; actualmente en el país anida un aire de perseverancia invaluable donde el “yo no me quito o dejo aplastar” mejor no se ha enmarcado en diversos acontecimientos.
Así que, aún teniendo que afrontar tales escenarios y procesos de insurrección que la misma historia tradicional no divulga y desempolva, no significa que gracias a estos procesos parlamentaristas como es el de salir a votar sean infructuosos. Quiérase decir, que dentro de los múltiples vaivenes que la política e inclusive desarrollos electorales impulsen y desaten, sí se suscitan giros significativos en lo que compete a la psicología de masas.
Evidentemente, con el juego de la demagogia, la retórica y redistribución del poder como arte de cambiar “realidades” como diría Aristóteles ha ido condicionándose no solo a la psicología de masas, sino también el aparato comunicacional (televisión, podcast, influencers, etc.). Lo llamativo de este dato sociohistórico es que hoy esas manipulaciones sofisticadas y melifluas ya no resultan ser bien acogidas por las masas, sobre todo a nivel Isla. Si se hace actualmente la pregunta por la situación colonial la cual pudiese disque manifestarse como sentir en el plebiscito criollo ya la percepción de masas poblacionalmente rechazaría dicho ejercicio. En términos generales, lo que desea realmente Puerto Rico es un cambio radical el cual no merece traducirse por una tautología como tendemos hacer, que es el de intercambiar el nombre al problema (PPD por PNP). Ahora lo que se busca es reescribir la historia y desmontar algunas de las viles imposiciones del colonialismo.
Al adentrarnos a la constante convulsión y debate que resuenan entre los partidos políticos sobre todo en los medios de comunicación, encontramos, que aparte de estarse llevando a cabo un flamante despertar del puertorriqueño coexiste una mala voluntad. Y esta prácticamente proviene por parte de los grandes intereses financieros del capital foráneo. Estos últimos son los verdaderos orquestadores de crear la idónea atmósfera de incertidumbre para abollar e influenciar a la opinión pública costeando a los partidos políticos en control monopólico. Ahora bien, el que se propulsen estas circunstancias no implica que socioculturalmente estén del todo aceptadas dado que el sabor y sentido a pueblo a nivel macrosocial en estos días resulta ser esperanzador, es decir, con miras a una reivindicación general de la puertorriqueñidad.
Tal vez esta predicción resulte fallida como a su vez aceptable, pero si de algo estamos claro, es que notoriamente hay una voz trascendental que evoca en lo más recóndito de nuestra conciencia humana, la denuncia de respeto, justicia y dignidad. Como acto contestatario y propia rebeldía cultural la cual no prosigue las clasificaciones estereotipadas por los partidos tradicionales del mantengo colonial, el ejercicio al voto de este cuatrienio en específico dictaminará el comportamiento psicoemocional de los subsiguientes años, entre otras cosas que trastocarán el vivir en paz.
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