Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda
“Me dediqué a la política porque nací en un pueblo esclavizado. De haber nacido en un país libre hubiera dedicado mi vida a las artes, a las ciencias.” (Pedro Albizu Campos)
Aunque siempre he procurado mantenerme distanciado de las “teorías de conspiración”, nadie en su sano juicio puede negar que Estados Unidos, a la hora de tomar decisiones incomodas relacionadas con la condición colonial de Puerto Rico, siempre se las ha ingeniado para “tirar la piedra y esconder la mano”. Ello ha sido así, particularmente, cuando se trata, ante todo, de proteger sus intereses geopolíticos, hegemónicos y económicos. Y la historia no miente. Veamos:
A principios del Siglo 20 (1) Estados Unidos apoyó al Dr. José Celso Barbosa, afrodescendiente boricua graduado de medicina de la Universidad de Michigan, para que promulgara la estadidad para Puerto Rico a manera de fomentar el sentido de impotencia, el antipatriotismo y la dependencia perniciosa a manera de imponer un férreo control sobre la colonia. (2) Utilizaron a Luis Muñoz Rivera para allanar el camino hacia la imposición de la Ley Jones de 1917 y con ello, la imposición de la ciudadanía estadounidense, el servicio militar obligatorio y las leyes de cabotaje. (3) Posteriormente, convirtieron a Luis Muñoz Marín en cómplice no tan solo para la imposición de la antidemocrática Ley de la Mordaza contra el independentismo puertorriqueño durante los albores de la Guerra Fría en 1948, sino también para imponer la Ley 600 y con ello, las dos grandes mentiras del Siglo 20 como fueron la redacción de la Constitución de Puerto Rico subordinada a los poderes plenarios del Congreso, así como también la farsa del Estado Libre Asociado colonial de 1952.
Posteriormente, con el advenimiento del bipartidismo corrupto y colonial en 1968, Estados Unidos manipuló a su antojo a los gobiernos de Rafael Hernández Colón, Carlos Romero Barceló, Pedro Rosselló, Sila María Calderón, Aníbal Acevedo Vilá, Luis Fortuño, Alejandro García Padilla, Ricardo Rosselló, Wanda Vázquez y Pedro Pierluisi. Todos ellos lacayos incondicionales del régimen colonial, la unión permanente, ciudadanía indisoluble y la dependencia perniciosa como máximas aspiraciones existenciales del pueblo de Puerto Rico. Cada uno de estos gobernantes se convirtieron, a su vez, en instrumentos para perpetuar y legitimar el colonialismo en abierta violación de los derechos humanos promulgados por los foros internacionales. Ello, a cambio de prebendas, lentejas y privilegios coloniales.
Pero esta vez, el bipartidismo les resultó un dolor de cabeza al colonizador. Los muchachos de Fortaleza, Capitolio y sus municipalidades perdieron la compostura ético-moral ante los tentáculos de la corrupción y el dinero fácil provocando el colapso del aparato gubernamental con una deuda que oscila los $75 billones. Por tanto, el endoso político de Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio-Cortez a Juan Dalmau, Rivera Lasén y Manuel Natal, más allá de un acto patriótico, podría interpretarse como un mandato del Congreso para adecentar el gobierno corrupto de la colonia mediante la expulsión de los mercaderes del templo el próximo 5 de noviembre.
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