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El imaginario social democrático (Conclusión)




Por: Juan Illich Hernández


Todo parece indicarnos, que la influencia y control social que contienen los imaginarios son prácticamente más determinantes que la misma huella histórica. La ceguera neocolonial e imposición de una cultura de la vía rápida ha hecho que nuestra concepción de “lo real” cobre otro significado el cual se traduce en crisis y miedo al cambio. Por tal motivo, es que en tiempos transicionales como los que vivimos se nos presentan múltiples analgésicos en el sentido metafórico para rehuir del mayor mandato natural que todos debemos mantener en práctica, el pensar por nosotros mismos.


Ha sido el giro lingüístico, es decir, el juego del lenguaje el que ha llevado hacia otro rumbo y cuasi- progreso “wanna be” (quiero ser) el proyecto económico- político del país a un estado de descomposición inigualable desde que “sobrepasamos” los arrastres de la Gran Depresión en la década de los años 30’s. Evidentemente, para que permanezca vivo ese fantasma y espectro imaginario que en Puerto Rico la democracia muestre aires de proactividad vigorosa es con el pretexto de rescatar lo nacional-patrio. Sin embargo, el hundimiento desastroso del ELA (Estado Libre Asociado), los constantes intentos fallidos de los plebiscitos criollos, la mala toma de decisiones administrativas y la tiránica e infame implantación de una Junta de Control Fiscal ponen de manifiesto la perfecta recreación de una pseudo- democracia liberal.


Consideramos, que esta aparente y “razonable” proclamación democrática durante los últimos 126 años descansa en el asistir cada cuatrienio a las urnas. Como efecto de esta anestesia permanente, en lugar de cultivarse una educativa y concienzuda manera de no solo saber cómo votar, sino también ejercer nuestro libre derecho a la expresión, se busca debilitar eso que llamamos autoestima. Es importante agregar, que la autoestima se subdivide en cuatro elementos psicológicos los cuales son: la autoimagen, autoconcepto, autodeterminación y autoeficacia. Al afectarse gradualmente cada uno de estos, logran intensificarse los imaginarios sociales como fuente de salvación e incluso refugio para establecer en la mente humana una especie de autosabotaje y/o autoengaño.


De ahí es que ruidosa, pero sutilmente acontece la redundante palabra crisis la cual se aplica a todo por el todo. Según nos dice el filósofo social Gazir Sued (2001) “la crisis es el nombre alterno a la condición mutante de la época”. (p.51) Así que, para escudar cualquier molestia y problemática social que esté circulando repetitivamente como es el alza exorbitante del costo de vida, resulta imperativo el crear nuevos métodos de resistencia, tanto por parte del imaginario sociopolítico como a su vez general. De este modo van desarrollándose otras formas de posibilidad de cambio social, cultural, psicológico, subjetivo, entre otros.


Gran parte del bagaje que empuja, articula y domina al imaginario democrático puertorriqueño no se deriva de la colonialismo como muchos piensan. Más bien procede del condicionante histórico- cultural. Es por ello que un buen medio que sirve de regulador de termostato para saber cómo psicológicamente están las masas son sus emociones. Estas hoy día son manipuladas por el poder, el consumo y el deseo, cosa que el mismo discurso político reconfigura para hacer de ese imaginario algo próximo, plus ejecutable.


Es en ese sentido, que el rehacer la democracia en términos “reales”, simbólicos e imaginarios no recae solamente en lo técnico y/o gubernamental, sino también en el lenguaje. En la palabra como bien señala Sued (2001) se efectúa el trámite de la dominación y libertad. Por tanto, el hacer democracia siempre debe aspirar al sentido de lo común, pleno, justo y no a una sola proyección imaginaria.

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