Por: Lilliam Maldonado Cordero
El día de las elecciones pasó y muchos todavía celebran la victoria o lloran la derrota, dependiendo del partido o movimiento político al que pertenezcan, y algunos escaños aún se encuentran bajo el crisol del escrutinio general para determinar de forma definitiva quiénes finalmente prevalecieron o no.
En días pasados tuve la oportunidad de trabajar como funcionaria en una de las unidades electorales, y pude observar el entusiasmo y deseo de cientos de personas que querían ejercer su derecho al voto. Fue admirable ver cómo la mayoría de los electores mantuvieron en control el cansancio, el hambre y la sed mientras esperaban pacientemente durante horas poder votar por aquellos que, en su opinión, poseen la capacidad de dirigir los destinos de nuestro país. A pesar de contadas excepciones de quienes dieron muestras de impaciencia, el 99 por ciento demostró compromiso con su país y respeto por el derecho de los demás de acceder al voto ordenada y pacíficamente.
Lamentablemente, muchos desconocen la naturaleza del trabajo voluntario que realizan los funcionarios y otros miembros de los componentes electorales previo, durante y después de estos eventos. El trabajo no se limita a estar dentro de los centros de votación y los colegios (salones) donde se emite el voto. La faena es una exigente que requiere preparación, compromiso y dedicación, días, semanas y hasta meses antes de las elecciones y después de estas.
Para que un elector tenga acceso a su papeleta, votar y que cuenten su voto, suceden muchas cosas resultado de la planificación y coordinación entre varios participantes. Aunque se conocen algunos incidentes que señalan la posibilidad de actuaciones ilegales por parte de algunos funcionarios inescrupulosos que cometen delitos electorales arriesgando sentencias que podrían incluir multas y cárcel, la mayoría de los procesos discurren bajo el crisol de, cuando menos, dos representantes de dos distintos partidos o movimientos bajo el principio de desconfianza en cada etapa. Es decir, es poco probable que un solo partido tenga acceso a las papeletas sin que haya un representante de, al menos, otro partido.
Distinto a la creencia de muchos, las elecciones no terminan el día del evento. Esa noche, de ordinario, se reportan resultados preliminares. No obstante, días después comienzan los trabajos del escrutinio general en el Centro de Operaciones Electorales de la Comisión Estatal de Elecciones, donde se abren decenas de mesas de trabajo que incluirán a funcionarios institucionales de cada partido, así como observadores de los candidatos evaluando maletines con sobres, votos y actas. Todos necesitan tener adiestramiento y experiencia electoral para, de ser necesario, contar y ratificar la acreditación y conteo de votos, y evaluar distintos elementos para asegurar la corrección de los resultados. De surgir discrepancias, los maletines afectados son referidos a mesas especiales en donde también hay funcionarios que representan a los distintos partidos.
Sabemos que, recientemente, han surgido sombras sobre el desempeño de la Comisión Estatal de Elecciones que echan dudas sobre el proceso. Es cierto que no debemos descansar hasta contar con una ley electoral que ofrezca más garantías para acreditar la voluntad del elector. Pero, es meritorio resaltar y agradecer el trabajo de los empleados de la CEE y los miles de voluntarios que dedican de su tiempo para asegurar que sus conciudadanos puedan acceder al voto libre y ordenadamente, y que su voluntad sea contada y adjudicada.
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