
Por: Myrna L. Carrión Parrilla
Entre las tradiciones de las familias puertorriqueñas nos distinguió el concepto de “familia extendida”, en este no referimos a esa relación estrecha que manteníamos los familiares sin importar el grado de consanguinidad.
Todos éramos primos, desde el primo hermano hasta el primo cuarto y el hijo de la comadre.
Todos eran nuestros tíos, ya fueran de sangre, políticos o parejas de nuestros amigos. Conocíamos a nuestros abuelos y los padrinos si no guardaban relación de sangre eran como si lo fueran y con todos, se mantenía una relación estrecha.
Si nuestros padres bautizaban el hijo de unos amigos, esos compadres eran también familia. Más allá de eso, manteníamos comunicación cercana y celebrábamos todo juntos, nos visitábamos y se hacían planes para vernos o encontrarnos. De ahí que crecíamos con familia y que en aquellos casos donde pudiese por muerte o separación no estar presente un padre, madre o abuelo, siempre teníamos a algún cercano que nos llenaba con su amor y presencia; y criar siempre era un trabajo de familia.
Promover la tradición de la familia extendida contribuye al bienestar emocional de la persona en su desarrollo.
Yo tuve la dicha de disfrutar de una familia extendida en la que hoy digo hasta luego a un hombre excepcional, quien en vida fue mucho más que eso, fue un padre, un ejemplo y un pilar en nuestras vidas.
Su humildad y entrega al trabajo siempre fueron inspiradoras y su profunda fe lo guió en cada paso que dio. Siempre estuvo presente, con el corazón abierto y dispuesto a compartir lo poco o mucho que tenía.
Su generosidad no conoció límites y su familia y allegados siempre encontraron en él una mano amiga y un consejo sabio. Como profesional se ganó el respeto y la admiración de quienes lo rodearon, pero fue en su entrega a la familia donde demostró la grandeza de su espíritu.
Nos deja un legado de amor, de esfuerzo y e profunda devoción. Su amor por el mar, lo convirtió para nosotros en el “lobo de mar” el” capitán”.
Hoy lo recordamos con gratitud y con el firme compromiso de seguir su ejemplo llevando en el corazón la huella de un hombre trabajador y generoso.
Este hombre a que Dios me dio como tío, nos deja un legado imborrable de amor y su vida, nos recuerda la importancia de promover y mantener la tradición de la familia extendida, esa en la que el sentimiento de familia, el respeto por los mayores del grupo, el compromiso de estar presente para quien lo necesite y el poner primero a la familia ante cualquier cosa.
En la familia extendida nunca imaginamos que se pueda faltar el respeto entre unos y otros, alejarnos y olvidarnos de los demás, pues en ella la sangre siempre pesa más que el agua. En homenaje a él, comparto con ustedes el valor de la familia extendida, pues al morir mi padre, fue el quien estuvo como tal para mí. Descansa en paz, querido tío y gracias por mostrarnos el valor de la unión familiar.
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