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  • Foto del escritorEditorial Semana

Esos jóvenes


Por: Lilliam Maldonado Cordero


Con frecuencia, escuchamos a algunas personas adultas refiriéndose a nuestros jóvenes de manera despectiva. Lo hacen rememorando “aquellos tiempos”, sus tiempos, quizás matizados por la frase del estelar escritor, Gabriel García Márquez: “La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado”.


Es por esta máxima del Gabo, tan realista como mágica, que nuestros viejos y quienes estamos subiendo la cuesta encaminados a los pisos plateados tratamos de justificar nuestros tiempos como mejores que los actuales; que el desempeño escolar era superior; la moral, intachable; los maestros, insuperables; la comida, más saludable; el bohío, bucólico; y los padres y abuelos, unos santos. Parecemos haber olvidado -u optamos por vivir un pasado idealizado- que muchos padres y abuelos dejaban abandonados a sus hijos recostados del sacrificio, la abnegación y la paciencia de las madres y abuelas empobrecidas; que la comida era escasa; que el bohío era inhóspito para tanta gente; y que, antes, la violencia y el abuso intrafamiliar eran comportamientos normalizados.


Es cierto que muchos de nuestros jóvenes, esos que tanto encarnizamos, disfrutan de algunos privilegios de la modernidad, pues tienen acceso a recursos más o menos superiores a los que tuvieron los viejos de hoy día en sus años mozos. Sin embargo, no es menos cierto que reciben como legado un país en quiebra fiscal, con limitado acceso a educación de calidad gratuita o costos asequibles, con pocas oportunidades de emplearse, reducido acceso a salud de calidad, y un sistema educativo público que se ha deteriorado marcadamente durante las pasadas décadas.


A pesar de esto, la enorme mayoría de nuestros jóvenes repecha contra las adversidades. Muchos están subempleados, obligados a mantener dos o más empleos para mantenerse, lograr la autosuficiencia y sostener, en muchos casos, una familia. Recientemente, un diario del país publicó un estudio que reveló que muchos de nuestros jóvenes son cuidadores de sus padres y abuelos porque el Gobierno no cuenta con acceso amplio para estos servicios. Es decir, que con menos tiempo, también atienden las necesidades de manutención y cuidados médicos de sus adultos mayores.


Asimismo, son nuestros jóvenes los que se movilizan para defender derechos individuales y colectivos. Aquellos que mantienen una agenda de inmovilismo y negacionista los tildan de “pelús”, “izquierdosos” y “amantes de las repúblicas”. Es probable que esto responda al desconocimiento histórico y político de que la mayoría de los países desarrollados están fundamentados en un modelo de gobierno republicano, donde el jefe de estado es el presidente de dicha república, elegido por sufragio universal entre todos los ciudadanos con derecho al voto. Ejemplo de países republicanos son Alemania, Austria, Irlanda, Francia, Finlandia y un montón más, incluyendo a los Estados Unidos.


En fin, la juventud es el motor del progreso, y la oportunidad de cimentar un futuro más próspero y una mejor vida para todos. Lamentablemente, nuestro país tiene cada día menos jóvenes en su plantilla poblacional, y los que emprenden relaciones con miras a fundar una familia optan por no tener hijos esperando un mejoramiento en el costo y las condiciones de vida, o deciden marcharse. Cuando hablemos con ellos o sobre ellos, hagámoslo con la esperanza de su acompañamiento permanente en nuestro País, como pilares fundamentales de nuestro componente social. Sin la energía, creatividad, alegría, deseo de echar adelante y rebeldía transformacional de “esos jóvenes”, el prospecto de nuestra sociedad languidece.

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