Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda
“Cuando el ‘americano’ te necesita, aun si eres indocumentado, te da la bienvenida. De lo contrario, te sacan a patadas”. (Carlos Fuentes, escritor)
El fenómeno de la emigración es tan antiguo como el origen mismo de la raza humana. Y Estados Unidos no ha sido la excepción. Desde la llegada del Mayflower (11 de noviembre de 1620), los 102 británicos a bordo le llamaron “Nueva Inglaterra” a partir de lo cual, se formaron las 13 colonias. Posteriormente, lograron su independencia de Inglaterra convirtiéndose en el primer país libre y soberano del nuevo continente bajo el nombre de Estados Unidos de América. Se trata, sin duda, de uno de los imperios más poderosos y opulentos de la historia humana tanto económica, político como militarmente. Ello, gracias al esfuerzo y desprendimiento de los miles de emigrantes europeos que, asistidos por la mano de obra de emigrantes asiáticos, africanos y latinoamericanos hicieron posible el desarrollo socioeconómico del nuevo imperio mundial.
Es decir, EE.UU. es el principal país del mundo formado esencialmente por emigrantes incluyendo los antepasados de Donald Trump, el más xenófobo del republicanismo estadounidense particularmente contra los latinoamericanos. Ignora el hecho histórico de que ocho (8) de los 50 estados del País, entiéndase, Texas, Nuevo México, Arizona, Utah, Colorado, Nevada, Wyoming y California, le fueron arrebatados a México mediante la fuerza de las armas a partir de 1845.
Naturalmente, los emigrantes europeos de pelo rubio y ojos verdes o azules, siempre han sido bienvenidos y nunca rechazados o discriminados por los estadounidenses. Estos llegaron a América atraídos, más por el modelo neoliberal de capital y acumulación de riqueza, que por las libertades, igualdades y derechos humanos. Conviene subrayar que el 95% de la riqueza estadounidense es controlada por apenas el 5% de la población predominantemente blanca y anglosajona.
Así las cosas, a la altura del año 2024, Estados Unidos cuenta con una población que ronda los 336 millones de habitantes, solo superado por China e la India que superan el billón de habitantes. Dicho de otro modo, la ciudadanía estadounidense, en mayor o menor cuantía, son descendientes directos de emigrantes europeos, asiáticos, africanos y latinoamericanos. Sin embargo, nadie puede negar que Estados Unidos, meca del capitalismo corrupto, depredador y explotador, donde impera la desigualdad, el discrimen y la explotación económica, continúa dependiendo de la mano de obra diestra y barata de los trabajadores hispanohablantes, incluyendo a los puertorriqueños, para el enriquecimiento de su lucrativa agricultura, manufactura y tecnología industrial. Todo ello, para beneficio y beneplácito de ese 5% de la población anglosajona que controla el 95% de la riqueza estadounidense.
De modo que, la presencia en Estados Unidos de los 65 millones de latinoamericanos representa un poderoso negocio redondo para la economía estadounidense dado al impacto que ello significa para sus empresas agrícolas, comercio, bienes raíces y el consumo de bienes y servicios. No nos sorprendamos de que se trate de un plan estratégico para satisfacer las necesidades de la economía estadounidense.
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