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Falta de urgencia en esos primeros 100 días

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 17 abr
  • 3 Min. de lectura



Por: José “Conny” Varela


El concepto de “los primeros cien días” en una administración gubernamental, proviene de un reto autoimpuesto por el presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt. Era el año 1933; en medio de la más severa crisis económica que experimentaba dicho país, la cual puso en entredicho la misma existencia de la democracia y la cohesión. Roosevelt y el Congreso de ese entonces establecieron el cumplimiento de proyectos y programas de consenso para paliar la emergencia nacional existente.


Desde entonces, gobiernos estadounidenses y de otros países adoptaron ese reto de medir resultados en esos primeros cien días de administración, los cuales, para el gobernante de turno, pudiera significar el éxito o fracaso de su gestión pública. Ahora bien, desde Roosevelt el reto mayor para todo gobernante de es actuar con el sentido de urgencia y con el pleno convencimiento de la capacidad del gobierno para actuar que este presidente tuvo. Ese es un reto grande.


Ese sentido de urgencia es el que no se ve en la administración de la actual gobernadora. A pesar de que anunció con bombos y platillos que iba a ser un gobierno de contraste, el sentir en la calle es que este gobierno es una continuación de las promesas inconclusas de Rosselló-Pierluisi.


Primeramente, ha permeado en estos cien días una mera repetición de promesas sin ejecución real, mostrando una gestión marcada por la improvisación. Segundo, vemos con pesar la falta de acción en temas urgentes; no se abordaron soluciones concretas para cancelar el contrato de LUMA, abonando a la la incertidumbre del aumento en la factura de la luz para el pago de las pensiones de los empleados de la Autoridad de Energía Eléctrica. Como tercera falla de estos cien días, señalamos con indignación el uso de recursos públicos para actos políticos, como el cabildeo en Washington por la anexión y el el mensaje de la gobernadora ante la Asamblea Legislativa, el cual parecía más un mitin de campaña, que el mensaje de una gobernadora en funciones con mayoría en Cámara y Senado para poder ejecutar cambios reales al pueblo de Puerto Rico.


Como quinta falla, vemos la desconexión de esta administración con la realidad del país. El mensaje de la gobernadora no reflejó ese necesario sentido de urgencia ante los problemas diarios del país, ignorando el clamor ciudadano por medidas inmediatas para el desarrollo económico y la calidad de vida. Súmele a eso, como sexto señalamiento, que estamos ante una gobernación con un gabinete incompleto e inoperante. A 100 días de gestión, muchas agencias siguen sin liderazgo claro y la línea sucesoral del gobierno aún no está completa: no tenemos confirmadas todavía ni la secretaria de Estado, ni la de Justicia ni la del Trabajo. Y ni hablar de su “primera gran acción”: la orden administrativa sobre La Parguera, que ha costado el rompimiento de un acuerdo de entendimiento entre el gobierno federal y el de Puerto Rico para la conservación de tan importante recurso natural.


Mi llamado a esta administración es a dejar a un lado la retórica partidista y a enfocarse en las soluciones concretas para mejorar la vida de los puertorriqueños. El sentido de urgencia y la empatía con el pueblo son los elementos humanos que hacen la diferencia para que cien días de gestión gubernamental puedan ser la diferencia en cada hogar del País.

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