Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda
Francamente, cabe preguntarnos si “vale la pena” someterse a la tortura de 90 minutos ante el debate televisivo celebrado el pasado miércoles, 2 de octubre de 2024, a través de una de las estaciones de mayor audiencia en Puerto Rico. Para comenzar, nadie en su sano juicio puede negar que el debate, primero de varios programados para el mes de octubre, haya sido diseñado a imagen y semejanza de los candidatos del bipartidismo colonial, únicos responsables de la debacle moral, económica y existencial por la que atraviesa Puerto Rico desde 1968. Ello explica que, tanto la candidata anexionista, Jennifer González, como el candidato del inmovilismo colonial, Jesús Manuel Ortiz, hayan logrado manipular y controlar inescrupulosamente la utilización del tiempo al permitírseles deliberadamente la evasión de las respuestas correspondientes mediante turnos desinformativos, demagógicos y el montaje de un gallinero entre ambas partes. Ello, a manera de obtener un turno adicional de 20 segundos. De hecho, entre ambos candidatos lograron controlar alrededor del 58% del tiempo de los turnos correspondientes.
Por supuesto, detrás de esa antidemocrática estructura del debate había un mezquino objetivo: invisibilizar a Juan Dalmau, candidato a gobernador por la Alianza PIP-MVC que representa un gran reto para el bipartidismo colonial y cuya imagen goza del mayor arraigo, simpatías y credibilidad entre el electorado puertorriqueño. Pretender que los candidatos a gobernador de Puerto Rico puedan, en un minuto, exponer responsablemente sus ideas y propuestas programáticas, resulta no tan solo en un atropello y en una ilusión intelectual, sino en un insulto a la inteligencia del electorado puertorriqueño. Por tanto, el debate resultó ser un fiasco organizativo de parte de los representantes mediáticos al pretender acomodar inescrupulosamente las preguntas a favor de los apologistas del bipartidismo pernicioso de nuestros tiempos.
A todas luces, todo parece indicar que los medios de comunicación a cargo de dicha patraña no solamente carecen de objetividad, credibilidad y honestidad intelectual en asuntos de política pública, sino que también responden a los grandes intereses del capital estadounidense representados por el bipartidismo antipatriótico de nuestros tiempos. Parecen ignorar el hecho irrefutable de que, en efecto, el bipartidismo colonial que tanto ellos defienden, es el responsable absoluto de la descomposición social, la debacle económica y la emigración masiva de puertorriqueños provocando con ello la gentrificación y el disloque de las familias puertorriqueñas.
Así las cosas, entendemos que los debates políticos, para ser efectivos, deben ser diseñados no para que los candidatos se monten en tribuna, sino para educar objetivamente a cada puertorriqueño de suerte que éstos puedan emitir un voto responsablemente y bien informados. De eso trata la democracia. En síntesis, los debates deben ser diseñados para que los pueblos puedan comparar y analizar las ponencias y no para ser desinformados y desmotivados. Ello requiere que los temas sean discutidos uno a la vez con turnos de tres minutos para cada exponente ante de pasar al próximo tema.
Después de todo, Juan Dalmau demostró ser el hombre de estado que el pueblo necesita.
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