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  • Foto del escritorEditorial Semana

Hablemos del celular


Por: Myrna L. Carrión Parrilla


Hace unos treinta a treinta y cinco años veíamos un cambio que para aquella era resultaba dramático; el uso del llamado ”beeper,” un pequeño artefacto que con rapidez comenzó a correr entre la gente como herramienta de comunicación. Sorprendidos algunos, de ver cómo nos llegaban mensajes escritos con bastante rapidez. Algo que quizás se parecía al antiguo telégrafo en el resultado que producía, con la diferencia para el público de que el mensaje llegaba directo a la persona.


Ese avance en la tecnología iba, sin darnos cuenta, fue creando en la gente el hábito de recibir respuestas casi inmediatas y el hacer llegar mensajes de igual forma. Casi a la par, avanzaba el desarrollo tecnológico de los teléfonos, que en las casas y casetas que se encontraban en las calles de pueblos y ciudades eran de disco, y más tarde fueron de botones.


Se fue pasando del “beeper” a unos teléfonos a los que le llamaban celulares y que se cargaban en maletas o se instalaban en automóviles de ejecutivos o personas acaudaladas que podían pagar el costo de una herramienta, que inició principalmente para asuntos de trabajo y/o negocios, según mi mejor recuerdo.


Seguía el avance en la tecnología y veíamos cómo el celular evolucionaba hasta llegar a algo que se cargaba en la mano, ya no en un maletín.


Eso que inició como herramienta de trabajo se impactó con los cambios en los servicios de telefonía del país y además de hacerse más accesible al público y ser un símbolo que impactaba la proyección social de cada individuo, fue convirtiéndose en algo que todos querían tener y más adelante era más funcional que el tradicional teléfono del hogar.


Ya había computadoras, impactante herramienta que nos facilitaba los documentos y casi enseguida el internet se dejaba sentir como mecanismos de conexión global.


Y se unió el teléfono y la computadora y el “blackberry” llegó para llevarnos a una era en la que el mundo estaba en nuestras manos. Y para hacer el cuento corto, ¿quién no tiene ya un celular? Hasta el presidente Barack Obama los regaló. De niña veía a un muñequito llamado Dick Tracy hablarle a su reloj y comunicarse a través de él como si fuera un teléfono y esa era ya llegó.


Que la tecnología avance es bueno y que nos facilite es mejor, pero que con ella se pierdan las normas, que la inmediatez que produce nos haga esclavos y nos envicie es lo que tenemos que pensar.


Cuántos estudiantes desde muy pequeños llegan a sus escuelas con teléfonos. Los padres, sin darse cuenta, le desarrollan la dependencia, pues les dan instrucciones de llamarles y que les llamaran aun en horas de clase, para esto o para lo otro, sin darse cuenta de que siempre organizarse en el hogar es un valor que debemos enseñar y que estar comunicados es importante, pero cumplir las normas lo es más.


Que el celular nos ayude es valioso, pero que no nos envicie, hay que cuidarse.

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