
Por: Juan Illich Hernández
Ya teniendo una mirada panorámica acerca del estado de descomposición y minimización que se encuentra no solo nuestra historia general, sino también identidad nacional, es necesario encontrar otras medidas auxiliares para fugar dicho condicionamiento poscolonial. La fijación de control y/o adoctrinamiento ha trascendido las capas más finas del terreno material las cuales hoy son traspasadas a la mente humana, Este acontecimiento en específico lleva en su motor cronológico la llegada del automóvil a Puerto Rico durante los inicios del siglo XX.
A partir del 1904 con la introducción del fordismo como modelo automovilístico, producto primerizo de ventas y distribución en cadena de líneas de ensamblaje norteamericano fue impulsándose socioeconómicamente en el país la intima coacción no solo entre el carro versus ser social puertorriqueño, sino también lo foráneo. Ese complejo sentimiento de extrañeza de privilegiar y hasta enaltecer lo extranjero por encima de lo local, adviene precisamente de la misma industrialización mecanicista la cual ha hecho delegar e inclusive menospreciar la fuerza de trabajo humana por encima de lo maquinario. Y qué mejor ejemplo de esta situación actual que la de tomar como figura de consulta profesional la inteligencia artificial (Chat GPT, Géminis, etc.) como remedio “curativo”, ante todo.
Frente a esta cruda, pero ultrarrápida naturalización cotidiana del tener que priorizar lo técnico por lo intelectual es que la historia humana esculpe hoy día su entierro ya que la era en la que nos encontramos merece ser definida e inclusive descrita como una posthumana. Al leer tal aseveración y planteamiento ya de por sí estamos reafirmando que la narrativa histórica quienes la protagonizan son las máquinas inteligentes las cuales tristemente han desplazado hacia un secundario plano la activa participación del ser humano. Filósofos como Federico Nietzsche o Peter Sloterdijk señalan que para que el ser humano pueda salirse de los interminables conflictos que condicionan la fragilidad humana versus animalidad debe repensarse por fuera de ese epicentro.
Justamente, para reconstruir la historia se requiere una elevación y a su vez estímulo que logre tenderle una inacabada reflexión entre las nociones del superhombre nietzscheano que todos tenemos versus el pequeño animal que malvive en nosotros. De este modo continuamos con el ejercicio de reabrir nuevas brechas en lo que concierne a la historia no contada o bajo sospecha como nos diría el icónico historiador Gervasio García. Es en ese sentido, que coexisten un sinfin de obstáculos y detractores que impiden rescatar la historia no contada, tanto de Puerto Rico como del mundo en cuyo caso aquí sería más allá de la situación colonial, grandes intereses financieros de por medio. Por tal motivo, es que desde los tiempos remotos ha habido persistencias a tales impedimentos de preservar tan solo una sola cara interpretativa de cómo narrar los hechos sociohistóricos. Tales efectos, mejor no los podemos ejemplificar que gracias a la invalorable contribución que hicieron los pueblos originarios, sino también los movimientos indigenistas e inclusive sociales. Sin estos esfuerzos en general, no hubiese sido posible rescatar lo inalienable en toda sociedad, que es su historia.
Es por ello, que resulta indispensable no solo poner en tela de juicio todo dato e igual que la interminable reflexión del quehacer de la historia, sino también de su investigador. De este modo abrimos paso a que no existe un solo camino interpretativo de cómo narrar los sucesos históricos.
Nuestro verdadero quehacer es hacer una historia revolucionaria que desafíe lo establecido...
Columna del Taller de Investigaciones Históricas Juan D. Hernández
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