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  • Foto del escritorEditorial Semana

Historia social de consumo (Parte II)


Por: Juan Ilich Hernández


Si bien es cierto, hoy todos nos situamos ante una sociedad de hiperconsumo la cual nos hace creer, tanto a nivel consciente como inconsciente que las fabricaciones de necesidades son ilimitadas. Y es a partir de este sacrosanto credo que prácticamente el sistema de producción elabora su mercadotecnia de productos. Bajo esta estratégica forma de saciar falencias es que la lógica del capital perfora nuestra mente humana, hecho que bien se refuerza con la cultura popular de lo que es “trending” como símbolo alternativo para remediar o aliviar una satisfacción inmediata. Tal destello actualmente se nos presenta con la cultura tecnológica.


Siguiendo esta línea de pensamiento, el filósofo Jean Baudrillard nos expone que “el consumo es un intercambio en el que el consumir se define por sustituir una relación momentánea por una mediatizada”. Es desde este enfoque, que descansa la nueva artimaña y medio de control contemporáneo del sistema de producción capitalista. La mejor manera de cómo escenificar este planteamiento es mediante la utilización rudimentaria que le préstamos a la cibernética. Esta opera mediante criptografías y algoritmos con miras a reorganizar el proceso de búsqueda y consumo en el ciberespacio.


Eso sí, ¿Qué es lo particular de esta innovadora forma de recrear el control y acceso a lo que supuestamente apetecemos hallar? Lo característico, ruidoso y enigmático de esta nueva modalidad de hoy consumir todo lo que deseamos de forma inminente en el ciberespacio es la construcción de posibles redes virtuales que puedan causarnos satisfacción. Toda esta refrescante apertura de apetitos es retroalimentada con nuestra misma data la cual bien hemos transferido e intercambiado por el uso de tal X o Y aplicación (app o plataforma).


Evidentemente, el ejercicio lógico matemático que efectúa el capitalismo a partir del valor de uso y cambio sobre las cosas también es manifestado o evidenciado en el ciberespacio. El mejor escenario en el cual se nos presenta tal fenómeno y hecho social es precisamente bajo el consumo de alguna aplicación en particular. Es decir, que, al momento de hallar alguna app, ya sea para algún uso personal, trabajo, diversión, etc. y que se nos presente gratuitamente, ahí es que técnicamente recae su metodología de control a base del intercambio. Este sistema opera cambiando nuestros datos personales por el uso de tal plataforma o programa en específico.


Por tal razón, la lógica económica del trueque aún permanece en circulación vía el espacio virtual, buscando desde su sistematización alinear nuestros intereses, gustos, entre otros bajo la utilización de algoritmos. Estos recrean prácticamente aproximaciones y posibles búsquedas a cosas que podríamos consumir futuramente. Es en ese sentido, que cobra importancia el observar más críticamente a la cultura tecnológica debido a que su esencia está construida para no tener fallas. De este modo el consumo cibernético hace y deshace a su antojo cualquier tipo de búsqueda.


Queda claro, que el mejor modo sobre cómo el poder moderno hoy diseña a diestra y siniestra su fabricación de necesidades para generar consumo es bajo la función de optimizar nuestro deseo. En efecto, ya el disciplinamiento de la mente o cuerpo ya no es necesario, dado que el arma más sutil para reproducir control e hiperconsumo es gracias a la maximización e incluso enaltecimiento individual vía el teclear un like (me gusta).


Si no logramos concienciarnos acerca de este nuevo germen que prácticamente todo lo atraviesa e infesta con su codependencia hiperconsumerista, estaremos no solo destruyendo las relaciones interpersonales, sino también el pensamiento autónomo…


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