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Huelga de acontecimientos histórico-culturales (Parte I)

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 20 mar
  • 3 Min. de lectura



Por: Juan Illich Hernández


Si algo debemos tener claro, es que toda luminosidad del pensamiento o de creatividad humana hoy día se encuentra bajo secuestro e inclusive amenaza. Muchos de nosotros podríamos pensar, pero: ¿Cómo tal fenómeno social ha sido posibilitado? Precisamente en nombre del ofuscamiento y la misma diversión hemos impulsado con las nuevas tecnologías el pleno desvanecimiento de construir relatos históricos desde la experiencia humana.


La infestación de la informática y/o era de la digitalización resultaría ser para la psicología de masas el verdadero causante de este inacabable debate que coexiste entre el ser humano versus máquinas inteligentes. Sin embargo, si excavamos hasta la raíz de esta rampante problemática mundial, encontramos que la forma en cómo llevar a cabo la historia y la misma historiografía ha cambiado por completo. Tanto es así, que, si nos remontamos a finales del siglo pasado, década de los 90’s a 2000’s estaba desarrollándose una especie de alteridad, no solo hacia el plano de lo social y cultural, sino también en lo que compete a lo psicológico. Ese espectro que circundaba en los ámbitos histórico- culturales y que a su vez intentó retransformar “todo”, el filósofo social Jean Baudrillard (1980) lo nombró el efecto de la hiperrealidad.


Con este demoledor e imparable suceso se ha reconfigurado la historia general de Occidente. Y qué mejor ejemplificación, que estemos rediseñando el análisis de discurso traspasando cada cambio social a una sociología interpretativa que solo traduce las cosas en modo de aceleración/desaceleración los fenómenos e incluso hechos sociales. Gracias a este supuesto giro alterno de redefinir y observar las cosas con otros anteojos se rompe por completo la antigua narrativa de exaltar los grandes acontecimientos como única fuente de veracidad. Así que, en la medida que la historia siga desarrollándose de manera ultrarrápida, justamente como está efectuándose en la actualidad, el sentido humano seguirá repulsando o excluyendo su centralidad. El factor clave que hace que se rechacen e invaliden los planos entre lo humano versus lo histórico es el mismo tiempo-espacio. Estos, al no estar al mismo ritmo de carrera que el ser humano al elaborar su desarrollo sociohistórico, tienen que tristemente pasar por el cedazo maquinario para estar a la altura del momento.


Por tal motivo, es que esta era ciberhumana o como la queramos llamar de la digitalización, sofistica a su antojo todo aquello que ayuda a no solo ahondar nuestras raíces y apreciación sociocultural, sino también histórica. Es decir, que la historia humana tal y como corresponde ser esculpida, actualmente está mediada e inclusive sobresaturada por la modernización tecnológica. Como contracara a esta respuesta de mejoras a las facilidades y avances geoespaciales se le ofrece de manera voluntaria a los individuos una “aparente”, pero “rentable” libertad al aceptar tales condiciones “reales”, hecho por el cual se paga el altísimo precio de la desaparición de la historia. Ese nuevo instrumento de cómo dibujar y colorear esa historia contemporánea se debe a que el elemento hiperreal encontró el talón de Aquiles del arte de la interpretación el cual descansa no en el fin, sino en el medio.


Es en ese sentido, que como lectores asiduos, sea de periódicos, textos académicos o clásicos, entre otros, hagamos el digno detenimiento de autocriticar y reflexionar la siguiente premisa: ¿Hacia donde realmente se dirige la historia humana? Poco a poco estamos a punto de eliminar nuestra propia historia, tanto humana como a su vez ciberhumana ya que, quien tiene en esta fase histórica el financiamiento son las propias máquinas inteligentes… (Continuará)


Columna del Taller de Investigaciones Históricas Juan D. Hernández

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