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“Isla basura”: uno de muchos insultos de odio

Foto del escritor: Editorial SemanaEditorial Semana



Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda


En su libro “The Striken Land” (La Tierra Golpeada), el economista y profesor universitario, Rexford Guy Tugwell, último estadounidense gobernador de Puerto Rico designado desde Washington durante la década de 1940, escribió las siguientes reflexiones sobre la condición colonial de Puerto Rico, y citamos: [Esto es lo que el colonialismo ha hecho a los puertorriqueños: Distorsionó todos los procesos normales de la mente e hizo mendigos de hombres honestos. Y la ayuda del Congreso era algo que hacía que Puerto Rico mendingara en las formas más duras y repugnantes como lo hace el mendigo en las escalinatas de la iglesia. Este fue el crimen real de Estados Unidos en el Caribe, hacer de los puertorriqueños algo menos que los hombres nacieron para ser].


De modo que, basta dar una mirada a nuestra propia historia para confirmar que, en efecto, el pueblo de Puerto Rico ha sido continuamente objeto de ofensas, insultos y agravios de odio de parte del colonizador desde la conquista misma en 1898. Desde entonces, siempre se nos ha tratado despectivamente por considerarnos étnicamente inferiores al anglosajón.


Justamente un año después de la conquista, los autoproclamados “paladines de la democracia” se cuestionaban si la parte de la Constitución de EEUU que indica que, “Todos los hombres son creados iguales”, era aplicable a los puertorriqueños, afrodescendientes y pueblos originarios dado que la misma, según su propia visión etnocéntrica, había sido redactada para personas blancas, civilizadas, educadas y anglosajones. De ahí que, desde la Ley Foraker de 1900 hasta 1946, todos los gobernadores de Puerto Rico hayan sido designados desde Washington ante la insólita creencia de que los puertorriqueños eran incapaces de gobernarse a sí mismos.


Posteriormente, durante la década de 1930, llegó al Hospital Presbiteriano de San Juan el médico estadounidense, Cornelius Rhoads, para investigar la terrible enfermedad del cáncer. Para nuestra indignación, este siniestro y déspota científico se refirió a los puertorriqueños como [la raza viviente más sucia, vaga, ladrona y degenerada jamás encontrada en la tierra. Lo que esta isla necesita no son servicios de salud pública, sino una ola de algo capaz de exterminar su población. Yo hice mi parte trasplantándole células cancerosas a varios pacientes].


Recordemos, además, que en Nueva York y otras ciudades estadounidenses, llamaban “spic” a los puertorriqueños por considerarlos personas “non gratas” provenientes de América Latina. Incluso, hubo letreros que leían “No se permiten perros, negros ni “Spics”.


No conforme con todos esos insultos de odio, el flamante presidente, Donald Trump, tuvo la flema de lanzarnos rollos de papel sanitario para sofocar las necesidades de los miles de puertorriqueños devastados por el terrible huracán María. Posteriormente, se refirió a Puerto Rico como uno de los pueblos más corruptos, ineptos y degenerados del planeta Tierra al punto de proponer intercambiarnos por Groenlandia.


Pero, ante todo, la mayor ofensa, agravio e insulto de odio de Estados Unidos contra los puertorriqueños ha sido el haber perpetuado el colonialismo ilegal, inmoral y criminal para beneficio propio.

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