Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda
En ausencia de un Proyecto de País conducente a la autosuficiencia económica, autogestión y el desarrollo humano, el anexionismo boricua no tuvo otro remedio que sumergirse en el lodazar de una propaganda demagógica basada en infamias, mentiras, engaños y miedos paralizantes. Ello, para contrarrestar el magnetismo y el arraigo político de la candidatura de Juan Dalmau y la Alianza patriótica por una Patria Nueva. Como se recordará, entre sus mensajes demagógicos hubo uno en particular que pretendía dramatizar las desgarradoras olas de emigrantes marchando hacia Estados Unidos ante a la supuesta inestabilidad económica, política y social de los hermanos países centroamericanos. Desde luego, el objetivo demagógico tras dichas escenas no era otro que amedrentar a los puertorriqueños ante la inminente posibilidad de un triunfo electoral de Juan Dalmau y la Alianza puertorriqueña. Ello, sin mencionar la ola de miedo paralizante ante la supuesta llegada del comunismo, el socialismo y la dictadura institucional.
Conviene analizar las posturas coloniales y retrógradas del anexionismo puertorriqueño. De partida, de acuerdo con la visión miope y colonial de anexionismo boricua, la independencia política de los pueblos significa hambre, miseria, explotación y emigración masiva. De modo que, según su propia visión colonial, lo más sensato y prudente para los pueblos centroamericanos es anexarse a Estados Unidos a manera de evitar los maleficios de la independencia. Olvidan nuestros flamantes moradores del colonialismo retrógrado que, si bien es cierto que algunos países independientes no han logrado democratizarse y desarrollarse a la altura de los tiempos, la abrumadora mayoría de los 194 países libres y soberanos adscritos a las Naciones Unidas han logrado su propia estabilidad y desarrollo sostenido al punto de que ninguno de ellos contempla regresar a su antigua condición colonial. Pero, lamentablemente, nuestros colonizados solo conocen a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Francamente, resulta hipócrita y contradictorio la demagogia reinante en el anexionismo y los apologistas del colonialismo puertorriqueño al utilizar el tema de la emigración como elemento favorecedor de los puertorriqueños. Cabe preguntarnos ¿Con qué fuerza moral pretende el anexionismo amedrentar a los puertorriqueños utilizando el drama de los emigrantes centroamericanos cuando más de cinco millones de puertorriqueños se han visto forzados a abandonar el país en busca de mejores condiciones de vida? Y todo ello, tras 126 años de dominio absoluto y subordinación política bajo el régimen colonial de la metrópolis. Recuérdese que, a partir de la Ley Foraker de 1900, EEUU nos impuso, arbitraria y unilateralmente, sus leyes federales, la ciudadanía estadounidense, Leyes de cabotaje, Aduanas, Servicio Militar Obligatorio, relaciones comerciales, moneda y la presencia del FBI y sus cortes federales. Con ello convirtieron nuestra Constitución en letra muerta y, a nuestro país, en la más antigua de las colonias del planeta Tierra.
De modo que, tal y como reza el refranero pueblerino “no podemos tirarle piedras a los hogares de nuestros vecinos y hermanos latinoamericanos cuando nuestro propio techo es de cristal”. Después de todo, EEUU se enriquece con las olas de emigrantes.
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