La glocalización del criollismo (conclusión)
- Editorial Semana
- 19 jun
- 3 Min. de lectura

Por: Juan Illich Hernández
Teniendo ya una mejor comprensión de cómo identificar e interpretar la dinámica a la que recurre la sociedad del hiperconsumo y su política del mercado internacional, no puede pasarse por alto que el mundo empresarial a nivel local de lo privado, también ha aprendido a desbancar y cooptar. Esto quiere decir, que compañías de renombre como Banco Popular, SuperMax, Laboratorios Borinquen, Ralph’s, entre otras aparentan impulsar una priorización hacia lo que es nativo en teoría tras toda una batería de mensajes, rótulos, anuncios mediáticos y colaboraciones con influencers. Sin embargo, en la práctica hemos visto totalmente lo opuesto, dado que la mercancía local sea por lo que dictamina la oferta versus demanda, plus aranceles y mezquinas leyes de cabotaje, nos las cobran técnicamente no al doble, sino más bien al triple por el factor colonial.
Es en ese sentido, que en nombre de lo que esté siendo tendencia no a nivel local, sino internacional se le resignifica o reinventa su producto en nombre de lo que genere mayores acumulaciones de capital. Tales efectos bajo el renombre de lo criollo cobran otro significado y sentido. Quiérase decir, que particularidades como sería la comida, música, ropa, etc. debido a la globalización van redefiniéndose a su antojo cuestiones inexportables e innegociables. En este caso nos estamos refiriendo más bien a la huella histórica, sea de ese pueblo y hasta país bajo la apropiación cultural que empujan las grandes multinacionales con fines de preservarse en control económico.
Siguiendo por esta línea de pensamiento, en la peculiar situación que confronta no solo Puerto Rico, sino también Caguas, encontramos que el término criollo se ha ido distorsionando e inclusive viciando hacia todo tipo de cosa que se confeccione en el pueblo. A pesar de que ciertos productos logren elaborarse en el mismo entorno, no significa que de por sí sea algo que pudiera exaltarse o representarse como criollo, ya que esto carece de un trasfondo social e histórico. Es decir, que se hace más que necesario el preguntarse: ¿Cuál es la verdadera intención de significar a ese objeto/cosa como criollo? Al ya plantearse esa premisa, del saque nos sacude por el simple hecho de hacernos comprender acerca de la intencionalidad del producto a mercadear.
Evidentemente, la mejor manera de cómo evaluar si la pretensión de los mercaderes barrigones es una a favor del desarrollo de un capital sociocultural resultan ser el mantener acorde las diversas prácticas rutinarias de ese contexto, por lo que atentar y/o entremezclar lo extranjero con lo local aquí no es rentable. Así que, el poner en juego lo identitario e histórico para impulsar toda una capitalización de lo local bajo el emblema del criollo es otra manera violenta de atentar contra nuestra patria y amor propio.
Por tal motivo, el fenómeno imbatible e imparable de la glocalización no debe ser visto como una mera fuente prudente para la búsqueda de un desarrollo económico sostenible debido a las distintas problemáticas que esta maniobra mercantilista arrastra consigo. Es por ello, que al momento de este intentarse implantar en diversas municipalidades, mínimamente debería exigírsele que cumplan con una breve microhistoria de ese pueblo a establecerse e idiosincrasia puertorriqueña.
En suma, estamos en momentos históricos sumamente delicados y experimentales, pero tomar decisiones apresuradas lleva a resultados irreversibles, por lo que, si la alternativa auxiliar es la de glocalizar, que esta al menos conozca, plus respete el campo de nuestra identidad histórica. No olvidemos, que ser en criollo en esta era es velar por las costumbres y tradiciones sociohistóricas...
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