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La importancia de la meditación en familia




Por: Félix Tomás Miguel Aponte


Hay personas que disfrutan de meditar a solas para reducir la tensión de un intenso día de trabajo, crianza de los hijos o hijas o cualquier ajetreo de la vida cotidiana. Cualquiera puede beneficiarse de esta sencilla manera de relajación, y a la vez, una manera asombrosa de llevar sus pensamientos a cualquier parte. Mejor aún si se involucra a sus hijos e hijas en esta práctica.


Según Patrick Cloutier, en su artículo Family Meditation: Why I Meditate With My 7-Year-Old Son(*), la meditación “es un recreo o descanso para el cerebro”. Requiere sentarse tranquilamente, concentrarse en su respiración (respirar conscientemente) y dejar que la mente se calme. Se considera como una manera grandiosa de reducir el estrés, aclarar su cabeza y sentirse más centrado o centrada. Es preferible pensar en esta dinámica como una pequeña recarga mental que permitirá a las personas convertirse en la mejor versión de sí mismas para sus hijos e hijas.


Sin embargo, Cloutier plantea que cada familia es diferente. Algunas optan por meditar varias veces a la semana, otras a diario. Igualmente, esta práctica beneficia a distintas personalidades de niños y niñas; todo estriba en cómo les inculca esta idea. Cada cual es diferente y cada edad actúa de manera diferente, pero fomentar este hábito en sus vidas se traduce en beneficios increíbles más allá de crear una atmósfera de calma en la familia.


Según recomienda el autor: “Simplemente, concéntrese en su respiración y sus pensamientos; cero televisión, redes sociales, medios electrónicos, quehaceres o tareas del hogar. Parece sencillo, pero requiere práctica. La unión que se crea haciendo esto con frecuencia no tiene precio”.


“Meditar con o sin sus hijos e hijas produce un espacio tranquilo para el disfrute de todos. Pero cuando se involucra a la niñez eleva la sensación de plenitud. Es un método agradable para unir a la familia y alejarla de las distracciones cotidianas. Sin embargo, no es para todo el mundo pues puede ser difícil convencer a los pequeñines seguir la ruta hacia la relajación”, añade.


Cloutier (2024), además, plantea como posible “hacer de esta práctica un ritual”. Propone poner la alarma a una hora en específico (7:00 u 8:00 p.m.), reunir a toda la familia en la sala y sentarse juntos(as) en una alfombra o en el sofá. Si se hace difícil a diario, tratar tres veces en semana, dependiendo del itinerario de cada cual.


“Algunos niños y niñas se les hace difícil permanecer sentados durante el acto, pero es tarea de padres y madres hacer divertido este momento y dejar saber que es sólo por un período corto. Si su hijo o hija no pueden, es mejor reducir el tiempo. Ejemplo: unos pocos minutos en edad preescolar; tres a diez minutos en escuela elemental, dos veces al día y de cinco a 45 minutos diario o el tiempo necesario, adolescentes. De esta manera, aumentarán su paciencia y el tiempo juntos(as), que a la larga traerá su recompensa”, concluyó el autor del artículo.

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