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  • Foto del escritorEditorial Semana

La moral


Por: Lilliam Maldonado Cordero


Hablar sobre valores morales parece haberse convertido en tabú. La moral se ha disminuido casi a la trivialidad, subordinada a las constituciones, las leyes y los estatutos recogidos en los códigos. Algunos opinan que la moral es una propuesta de control sobre las actuaciones de la gente. La realidad es que la moral es el conjunto de normas y creencias de una sociedad, que traza un modelo de conducta para valorar lo que se considera ajustado al bien común o distanciado a este. No se trata de relativizar la conducta -vicio en el que han caído tantas sociedades-, sino en establecer aquellas conductas que son correctas y aceptables en el comportamiento del ser humano. Relativizar es uno de los vicios más destructivos de la sociedad moderna.


La moral no está subordinada a lo jurídico. Está asociada a los valores más amplios y los principios más intrínsecos de los seres humanos, como la honestidad, la responsabilidad y la obligación contraída entre las partes. Mientras la moral y la ética están interrelacionadas, la ética plantea un análisis teórico de la moralidad. En cambio, la moral toca directamente la dignidad y la decencia del ser humano. Una pérdida moral no puede ser reparada por otros medios, como sucede con el derecho patrimonial. Quizás, si en algo, económicamente, pero seguramente ni el dinero logre resarcir el daño a la moral.


Mientras escuchaba una reflexión del extraordinario poeta, compositor y músico, Joan Manuel Serrat, en ocasión de su investidura Honoris Causa de la Universidad de Costa Rica que me compartiera el amigo junqueño Elí Samuel Morales, sobre la pérdida de los valores morales de nuestra sociedad, me conmovió la síntesis que hizo Serrat de nuestra crisis como sociedad universal, del daño producido a la naturaleza y la corrupción que se ha filtrado, a todos los niveles, a través de nuestros gobiernos mundiales.


A pesar de que la mayoría de las naciones enfrentan retos económicos, Serrat meditaba sobre la crisis del modelo de vida de nuestros países, y resumió que a pesar de las consecuencias que el efecto del detrimento de los valores morales ha tenido sobre estos, lo peor parece ser el desinterés de los ciudadanos del mundo por enfrentar la colusión, la corrupción, la impunidad y otros vicios de la modernidad y la política. Dolorosamente, los efectos que estos vicios éticos tienen sobre las vidas de nuestros componentes sociales nos llevan a los miembros de la comunidad global a mirar, con impavidez, lo que nos aqueja y hunde.


¿Qué necesitamos hacer, como parte del componente social del mundo? Recabar los derechos universales, luchar por los valores éticos y morales y, más importante aún, salvar la juventud ofreciéndoles buen ejemplo y oportunidades de desarrollo.


Como seres morales, respetemos las creencias y costumbres de otras culturas con deferencia a su desarrollo histórico, político y social. Como puertorriqueños, nos corresponde hacer un inventario de experiencias como pueblo. Analicemos el desempeño de nuestros líderes, su decoro, disposición y decencia. Los líderes no se limitan a la política: son también los funcionarios, policías, educadores, comerciantes, industriales, religiosos y jueces.


La moral no es un juicio caprichoso. Todos sabemos lo que está bien y lo que está mal. Es un principio sobre la conducta aceptable, y la bondad o maldad que habita en el carácter del ser humano. La moral y la decencia deben ser referentes imprescindibles en nuestra disposición y comportamiento.

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