Editorial Semana
La normalización de la ineficiencia

Por: Jesús Santa Rodríguez
El paso de la tormenta Fiona por Puerto Rico abrió las heridas, todavía frescas, que nos dejó el huracán María hace exactamente 5 años. Desde que fue anunciado que el sistema nos afectaría, el pueblo, que ya tiene su plan de contingencia, reanudó los preparativos propios para encarar la emergencia y abastecerse de artículos de último momento. Casi todos los hogares sabían cómo enfrentar algunos días con reservas de agua, alimentos y energía.
Fiona fue un fenómeno que nos mantuvo en incertidumbre durante un fin de semana y, una vez enfiló el paso hacia nosotros trajo copiosas lluvias, afectando un gran número de hogares, particularmente en la zona suroeste y las áreas altas. No obstante, distinto a los sismos que no avisan, todos sabemos que la Isla enfrenta la posibilidad de uno o varios ciclones cada año durante estos meses, por lo que al gobierno ni las autoridades locales debieron sorprenderse.
Sin embargo, una vez más, el gobierno, las corporaciones públicas y ahora el Consorcio Luma, responsables de proveer los servicios esenciales de agua potable y electricidad, fracasaron al no contar con planes actualizados de contingencia y mitigación. El trabajo de desganche de los árboles que afecta la red de transmisión no había sido completado, a pesar de que Luma lleva más de año y medio de un contrato multimillonario para optimizar la infraestructura energética del País, y reconoció recientemente que no ha utilizado millones de dólares presupuestados, precisamente, para ejecutar esa faena. A su vez, la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) tampoco ejecutó sus planes de preparación y contingencia, pues luego del paso de Fiona el país entero se quedó sin servicio de agua potable.
Nuestro país no es el único que enfrenta catástrofes y emergencias naturales. En el caso de los Estados Unidos, casi todas sus jurisdicciones sufren embates, como huracanes, tornados, tormentas tropicales e invernales, igual que otros países, y la falta de agua y luz no es un asunto normalizado por ellos.
¿Cómo es posible que la AAA, y ahora Luma, que pactó un contrato con el Gobierno para restaurar y manejar la transmisión de energía en el País conociendo sus condiciones, pretendan que el pueblo, cada vez que surge un evento natural, vea como normal que estemos días, semanas y hasta meses sin servicio?
Indudablemente, cinco años no le fueron suficientes a la Autoridad de Energía Eléctrica ni a la AAA, y tampoco a Luma por el tiempo que lleva en Puerto Rico disponiendo de millones de dólares, para desarrollar planes de contingencia, emergencia y mitigación. Ahora, a un lustro de María, uno de los huracanes más devastadores y aleccionadores de nuestra historia, todavía el Gobierno y sus dependencias principales no han descifrado el significado de cómo se administra una dependencia pública, mucho menos, un país como el nuestro.
La falta de servicios esenciales no puede ser normalizada, por eso son “esenciales”. Tampoco se puede normalizar la ineficiencia. Ya veremos Fiona sí nos enseñó algo.