Por: Juan Illich Hernández
Durante el siglo XVI y el empuje de la época premoderna se comenzaron a forjar, tanto en el país como para el pueblo de Caguas los inicios de la colonización europea. Quienes prácticamente canalizaron y distribuyeron los grandes hatos en la Isla fueron los mismos indios taínos, justamente como lo hizo en Caguas el cacique Caguax (Juan David Hernández, 2015). Es en ese sentido, que desde muchísimo antes que invadiera el yugo español en Puerto Rico coexistía un sentimiento unificador patrio sólido el cual luchó y venció a diversos rivales como los holandeses. Cabe destacar, que gracias a los habitantes de dicho contexto social tenían una alta admiración al emblemático cacique (Caguax) por lo que recibe su nombre como municipio.
Mediante estas transiciones sociohistóricas que ha recorrido el pueblo de Caguas desde mucho antes de su fundación en el 1812 bajo la constitución de Cádiz señalado por Hernández León (2015) va zonificándose y a su vez acotándose la repartición de los espacios/terrenos. Tanto es así, que al observar cómo el desarrollo económico- político y modernizador acontece, gran parte de las facilidades a edificar estuvieron caracterizadas por ser arrabales. Si nos detenemos en el presente concepto proveniente de la planificación urbana, encontramos que alude más bien a lo que interpretaríamos como barriada, gueto o suburbio.
Entretejiendo el significado, tanto práctico como imaginario que tenemos de lo que es un arrabal a nivel microhistórico, hallamos que hoy este es maquillado por las grandes corporaciones desarrollistas e inmobiliarias. Así que, básicamente en el mismo traslado del siglo XIX al XX, entornos como el casco urbano iniciaron el proceso de desplazamiento y segregación de las minorías. Edificios simbólicos como “El Anfiteatro Torres Lizardi” ubicado en la calle Ruiz Belvis y el edificio de “La Democracia” situado en la calle Muñoz Rivera son perfectos ejemplos para representar sutilmente el violento rechazo de cultura y masa popular a los centros arrabaleros.
Por tal motivo, es que con el crudísimo suceso del exterminio indígena por Hispanoamérica acontece la “Ley de Indias” en el 1542 para reformar y clasificar legítimamente los locales administrativos, plus gubernamentales. Entre los cuerpos organizativos que cargan con un omnipotente y omnisciente poder de vigilancia como son la iglesia y la alcaldía. Estas dos estructuras aparte de fungir como extensiones del mismo poder oficial que le otorga la “Ley de Indias” se utilizaban como medio interventivo contra las personas que no cumplieran con el “razonable” perfil social y cultural impuesto. Quiérase decir, que todos los países que han estado sometidos sociopolíticamente por la huella española llevan cimentado en su inconsciente colectivo otra vía alterna para disciplinar y distribuir a las clases sociales.
De hecho, si nos adentramos a una de las causas que trajo consigo este tipo de diseño arquitectónico de vigilancia conocido como panóptico u ojo que todo lo ve sin ser visto según nos presenta el pensador Michel Foucault (1970) fue para preservar la distribución de poderes. Eso sí, si dentro de estos espacios urbanos existía alguna persona o grupo que no estuviera acatando como corresponde los estatutos de comercio, vivienda, conductas, etc. se le trasladaba hacia los arrabales.
Dado a esta impune ley que solo beneficiaba a la élite y burguesía criolla fue que en las mismas afueras se desarrollaron guetos entre obreros/as para vivir cerca de su trabajo, justamente como sucedió con el primer caserío conocido como Campo Alegre según nos expone Hernández León (2015). Así surge el dato histórico de que Caguas fue producto de un arrabal… (Continuará)
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