Editorial Semana
“La Puerta”

Por: Lilliam Maldonado Cordero
La expresión, “donde una puerta se cierra otra se abre” es una cita muy conocida del clásico de la literatura Don Quijote de La Mancha, escrito por Manuel de Cervantes. Esta máxima no solo nos señala la importancia de mantener la esperanza en un mañana mejor y la añoranza de que vendrán tiempos más prometedores, sino que es una referencia de nuestra capacidad de ser mejores personas, y tener la voluntad de perdonar y trascender.
El poder de la esperanza no se limita a que tengamos fe y confianza de que todo estará bien. También, es un desafío a tomar acción sobre lo que está en nuestras manos, pues es nuestra la capacidad elegir, escoger la mejor salida, apostar a nuestro talento para desarrollarnos y en nuestra propia fortaleza para superar situaciones adversas. La facultad de actuar para lograr cambios en nuestras vidas no es potestad de los otros, sino nuestra.
Del mismo modo, cuando vemos “cerrar una puerta” frente a nosotros podría ser la consecuencia de que hemos actuado de forma precipitada o equivocada, y es necesario hacer una nueva lectura de la situación para rectificar, aceptar nuestros errores y fracasos, pedir perdón si es necesario y perdonar sin reservas, y en muchas ocasiones, perdonarnos a nosotros mismos. A veces, cometemos el error de esperar demasiado de los demás y de nosotros, de escrutar demasiado las cosas, de esperar la perfección como única opción, pudiendo constituir esto un gran impedimento para alcanzar la felicidad, o demostrar compasión y tolerancia hacia los compañeros de trabajo, nuestros familiares y amigos, en especial, hacia nuestros hijos e hijas.
Una “puerta” también es la oportunidad que tenemos, de forma voluntaria y con valor, para dejar atrás aquellas cosas que ya no encajan en nuestras vidas, ya sea por un ajuste en nuestras metas o por un cambio en la velocidad en que hemos evolucionado, cuando elementos exógenos a nosotros van quedando rezagados, y tratan de controlarnos y alejarnos de nuestros sueños. Entonces, es meritorio hacer un avalúo de las cosas, tomar en cuenta la inversión emocional y material que hemos hecho, determinar si merece la pena empeñar más de nuestro esfuerzo en ese propósito y tomar la decisión final de cerrar ese acceso.
Helen Keller, escritora estadounidense, luchadora por los derechos de los discapacitados y activista política, perdió la visión y la audición a los 19 meses como consecuencia de una enfermedad. Durante cuatro años, vivió marginada, primordialmente por la incapacidad de comunicarse adecuadamente. Fue cuando intervino una maestra de nombre Ann Sullivan, que Helen aprendió a leer y escribir, alcanzando más adelante un grado de bachillerato del Radcliffe College de la Universidad de Harvard, convirtiéndose en una importante voz para los invidentes en más de 35 países alrededor del mundo entre 1924 y 1968. La experiencia, el aporte social y la inspiración de Helen Keller nos sirve para reconocer que toda vida tiene un propósito importante para sí y para los demás.
Fue, precisamente, Helen Keller, a quien las circunstancias le quitaron la capacidad de ver con los ojos, pero le desarrolló el poder de “ver” con el corazón, quien acuñó una máxima puntual: “Cuando una puerta de felicidad se cierra, otra se abre, pero muchas veces miramos tanto tiempo la puerta cerrada que no vemos otra que se ha abierto frente a nosotros”. Abramos el corazón.