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  • Foto del escritorEditorial Semana

Lo que aprendí de Juan David Hernández


Por: Aida Mendoza Rivera


Recientemente le di una nueva vuelta al sol y surgió una gran reflexión sobre lo que aprendí de nuestro fundador Juan David Hernández, historiador de Caguas.


La inquietud se hizo latente también en una conversación donde los compañeros del Taller de Investigación Histórica decían que debíamos escribir sobre lo que aprendimos de Juan David.Vinieron a mi mente importantes y entrañables recuerdos.


Lo primero que aprendí de este insigne hombre fue apreciar el patrimonio edificado de los pueblos. ¿Qué es un edificio patrimonial? Un concepto con el cual se distingue a aquellos edificios y conjuntos arquitectónicos, que por sus valores históricos, culturales y emblemáticos son significativos para la sociedad y que se les otorga el carácter de legado.


Recuerdo con mucho cariño los recorridos históricos que él realizaba por las calles de Caguas. Gracias a esas enseñanzas, en la actualidad puedo caminar con los visitantes que vienen a mi pueblo de Cayey y mostrar el valor histórico, arquitectónico y social. Lo que hacía Juan David implicaba una gran estrategia pedagógica de Jean Piaget, que se llama enseñar haciendo.


En segundo lugar, Juan David Hernández entendía que era importante el diálogo entre pares y los integrantes del Taller de Investigaciones Históricas se reúnen precisamente con esa finalidad: intercambiar ideas, planear y compartir con el pueblo.


En otras palabras, en el grupo que creó Juan David se practica la discusión socializada, la cual nos permite enriquecer las opiniones, respetar el derecho de expresión del otro y lograr acuerdos en temas conflictivos.


Para lograr este objetivo, hay que actuar con respeto, hablar con conocimiento, dar buenos fundamentos del tema y tener la intención de lograr consensos.


Otra enseñanza que dejó en mi corazón Juan David Hernández fue afirmar que todo lo que se emprenda, debe hacerse bien. Y por eso, siempre dando ejemplo con el hacer, nuestras reuniones de investigación eran rigurosas y constantes.


Un elemento que no puedo obviar es que la pasión y el compromiso de Juan David eran contagiosos. Esa pasión definida como la emoción o sentimiento muy fuerte hacia una persona, tema, idea u objeto. Confieso que en su afán por orientarme, él me dijo, en múltiples ocasiones, que el compromiso con la disciplina histórica ayudaba a abrir puertas. Tenia toda la razón.


Sin duda, a Juan David y a esta servidora nos unía el estudio de la historia local o municipal: a él de Caguas y a mí de Cayey. Por supuesto, entendiendo la Historia Municipal como la especialidad de la Ciencia Histórica que toma como objeto el pasado de una localidad, incluso, desde el origen de la historia en Grecia, los historiadores hacen referencia de su propia polis.


Al rememorar nuestras amenas conversaciones y de las columnas que Juan David escribió, encontré esta valiosa cita: “Las realidades se pueden esconder, falsear y tergiversar pero jamás se borran de la memoria de los pueblos “.


Precisamente, los hechos que revelan la realidad se transmiten a través de la memoria oral o de escritos inconexos que estudiosos se dan a la tarea de unir e interpretar, con la finalidad de que se tenga un panorama esclarecedor y se conozca por qué ciertas conductas se manifiestan en el presente.


En nuestras largas tertulias sobresalían tres elementos: el territorio, la población y el gobierno y Juan David, con sabiduría, siempre enfatizaba: la realidad nunca puede ser borrada de la memoria de los pueblos.

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