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  • Foto del escritorEditorial Semana

Los dispositivos inteligentes en el cerebro


Por: Lilliam Maldonado Cordero


Esta semana vi una confe-rencia grabada de la médico psiquiatra española Marián Ro-jas Estapé, ofrecida en el XX Congreso de Directivos CEDE, presentando un ángulo científi-co médico de los efectos de la tecnología y las redes sociales en el comportamiento humano, y las bases biológicas, neuro-científicas y humanistas detrás de ciertos cambios emocionales resultado de estas.


Su explicación, completa y amena, sobre el efecto del mundo


digital y los dispositivos inteligentes en nuestro cerebro, plantea la relación directa entre estos equipos en nuestro estado anímico, -los teléfonos inteligentes, los iPads, otros similares, y las redes socia-les-, y la urgencia de evaluar su intrusión en nuestra cotidianidad.


Comenzó su conferencia explicando el efecto de la hormona cor-tisol en nuestro cerebro. Esta es la responsable de activar en noso-tros la respuesta del “fight or flight”, que nos capacita a reaccionar y sobrevivir en una situación de amenaza. Es el cortisol lo que nos hace sentir cambios físicos cuando nos dan una noticia inesperada, como la llamada de la escuela de los hijos en momentos que no esperábamos recibirla.


Lo interesante del cortisol es que no solo aumenta en momentos de peligro, sino también cuando lo imaginamos o anticipamos, con razón o no, pues la mente y el cuerpo no pueden distinguir una amenaza real de una imaginaria. Otro dato interesante es que el nivel de cortisol también suele bajar cuando nos exponemos a la luminosidad de las pantallas de los dispositivos y las redes sociales como una sensación de satisfacción instantánea.


Esto es porque la dopamina, la hormona del placer, es la misma que aumenta durante las relaciones sexuales, al disfrutar del vino o la comida, con el uso de drogas o videojuegos, y también se dispa-ra cuando vemos que nos dan “likes” a los mensajes que subimos a FaceBook, Twitter e Instagran, o cuando nos validan un texto o WhatsApp. La dopamina no es negativa, siempre que sea estimulada de forma natural.


La luminosidad, colorido y sonidos de los equipos digitales y redes estimulan la dopamina en el cerebro. Cuando recibimos co-mentarios positivos o “likes” en nuestras redes sociales, el cerebro descarga chispazos de dopamina, pues estas plataformas y equipos han sido diseñados para crearnos adicción mediante el estímulo de esta hormona. No es sorprendente, entonces, que el tratamiento farmacológico a la adicción de la pantalla digital es el mismo que el de la cocaína, pues va por los mismos circuitos cerebrales.


Es cierto que los dispositivos digitales y las redes nos han pre-sentado ventajas, sobre todo durante el periodo de la separación por la pandemia, o mientras nos han facilitado el continuar estu-diando o trabajando a distancia. No obstante, es esencial internali-zar y reconocer la peligrosidad de dejarnos llevar por la adicción del placer instantáneo que nos da la pantalla, y esto es aún más cierto y peligroso cuando afecta nuestros niños y jóvenes.


Por lo tanto, restablezcamos estrategias para evitar la sobre-estimulación de la dopamina por la vía de los aparatos digitales. Rompamos con esta adicción y adoptemos la manera tradicional de estimular la reducción del cortisol y el aumento de la dopamina me-diante el abrazo apretado y prolongado, las conversaciones frente a frente, disfrutando de una cena en buena compañía o anticipando la visita de aquellas personas que amamos, en lugar de estimularnos con el placer inmediato y adictivo, pero brevísimo e impersonal, de un “like”.

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