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Los efectos perniciosos del colonialismo

Foto del escritor: Editorial SemanaEditorial Semana



Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda


Si bien es cierto que las elecciones generales del 5 de noviembre no son plebiscitarias, no es menos cierto que la última encuesta patrocinada por la prensa puertorriqueña refleja un dramático decrecimiento de la estadidad federada (53 a 44%), mientras la independencia de Puerto Rico refleja un aumento sustancial de parte del electorado de 18 a 34 años con un 41%. De ahí que, la campaña mediática del bipartidismo colonial, entiéndase inmovilistas y anexionistas, aparte de montarse en la desprestigiada táctica del miedo de la Guerra Fría y su andanada de injurias e infamias contra Juan Dalmau, ésta ha resultado ser un lastimoso y vergonzoso culto a la sumisión, al servilismo y a la dependencia perniciosa legitimando, sin escrúpulos, la condición colonial impuesta por Estados Unidos desde 1898.


De modo que, ambas colectividades, por aquello de emular el “Síndrome de Estocolmo”, continúan atesorando la degradante condición de inferioridad política a la que hemos sido sometidos a cambio de prebendas, lentejas y privilegios coloniales. Ello, sin tomar en cuenta los daños existenciales provocados a la psiquis de los puertorriqueños durante los pasados 126 años de nuestra historia. Por supuesto, el discurso de la unión permanente y la ciudadanía indisoluble forma parte inequívoca del síndrome del colonizado cuya meta se concentra en perpetuar la dependencia de fondos federales como único mecanismo para la sobrevivencia colectiva.


Resulta francamente vergonzoso que, a la altura del siglo 21, el bipartidismo renegado insista en percibir y valorizar la dependencia como una virtud existencial y no como lo que es: un rotundo fracaso del sistema económico colonial en que vivimos. Se olvidan de que Estados Unidos jamás permitirá que sus colonias superen, o tan siquiera igualen, el desarrollo económico de sus propios estados continentales. Desde luego, para combatir a sus detractores, tanto el anexionismo como el inmovilismo colonial, acusan de comunistas, socialistas o separatistas a todo aquel que favorezca el gobierno propio y el desarrollo sostenido de nuestra propia economía mediante convenios y tratados con los demás países libres y soberanos de nuestro hemisferio, incluyendo por supuesto, con el propio Estados Unidos.


Más aún, el bipartidismo colonial sabe de antemano que, a la altura del siglo 21, Estados Unidos continúa rechazando tanto la estadidad federada como el ELA Colonial como alternativas descolonizadoras para Puerto Rico. Ello, a pesar de que el plebiscito de 2020 reflejó un 53% a favor de la estadidad federada. Súmele a ello el billonario endeudamiento del gobierno de Puerto Rico provocado por el nefasto historial de corrupción, ineptitud gubernamental y bancarrota moral de ambas administraciones. Ello los tiene sepultados en el nivel de desprestigio más bajo del lodazar político de nuestros tiempos.


En tanto y en cuanto, la abrumadora mayoría del electorado puertorriqueño, particularmente la juventud de 18 a 34 años, están prestos para endosar a Juan Dalmau y la Alianza Puertorriqueña. Ellos saben que Juan Dalmau y la Alianza representan los únicos agentes de cambio que necesita nuestro atribulado Puerto Rico el próximo 5 de noviembre.

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