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Foto del escritor: Editorial SemanaEditorial Semana



Por: Myrna L. Carrión Parrilla


Con bastante frecuencia y por mucho tiempo he escuchado a mi madre decir, que le entristece que ya se toman fotos que podamos guardar y sacar para compartir y recordar. Acercándose a sus noventa años, observé que ella comenzó a sacar de los closets cajas llenas de fotos que por años había guardado e inició un proyecto con el que fue clasificando todas aquellas fotos y organizó un álbum para cada uno de sus hijos con la compilación de todas las fotos en la que cada uno de nosotros nos destacábamos o eran de cada uno individualmente.


Así las cosas, nos entregó un álbum a cada uno, indicándonos lo que tanto había escuchado decir, que nos daba las fotos para que guardáramos recuerdos y los compartiéramos con hijos y nietos, o simplemente las pudiésemos tener para no perder memorias y conservar el origen y el valor de nuestro crecimiento, tradiciones familiares, valorar la importancia de amigos, familiares, de nuestros antepasados, nuestras experiencias, en fin… de nuestra historia personal, la que se enmarca a vez , como parte de una historia familiar, comunitaria dentro de nuestro entorno cultural.


La gran preocupación de mi madre es que ya no guardamos recuerdos y que entre tantas cosas dejamos perder las memorias que conservan la trayectoria de lo que hemos caminado y compartido. Se ha quejado de que de un tiempo para acá todo esta en los celulares y si se dañan se pierden las fotos tomadas en el, que si no sabes usar bien estos equipos pueden perderse y que depende de ser muy tecnológico para reunirse a compartir fotos en computadoras, por ejemplo; tan fácil que era sacar una caja o álbum en el que nuestras fotos conservamos.


En estos días, muchos comentan que “debieron haber tomado más fotos” y con esto he reafirmado la sabiduría que en sus palabras mi madre nos transmitía. Hoy día somos muchos los que reflexionamos sobre si hemos guardado las memorias suficientes no solo para recuerdos, sino para transmitir a las nuevas generaciones nuestra historia, nuestra cultura, el valor de nuestros antepasados y todo aquello de lo que debemos sentir orgullo, valorar hacer parte de nuestra esencia como puertorriqueños.


La globalización nos hace aprender de todas partes del mundo, pero sin memoria que valorar, nos arriesgamos a dejar de ser y olvidar la familia a la que pertenecemos, el pueblo de dónde venimos, nuestro rico y cálido idioma, nuestra música… en fin nuestra historia. Reconozco que aunque en mi casa cuidaron enseñarme a valorar lo que soy y de dónde vengo, reconozco además la sabiduría de mami y de quien hoy nos recuerda que, debí haber tomado más fotos.




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