Por: Jesús Santa Rodríguez
Cada año, nuestro país sufre las consecuencias por el alza en la actividad criminal y el comportamiento violento de algunos miembros de nuestro componente social. La violencia no es solo agredir emocional o físicamente a otros. También constituyen actos de comportamiento antisocial el embriagarse e incitar al desorden, y tomar el volante bajo los efectos del alcohol y las drogas, con el potencial de causar accidentes y la muerte a personas que disfrutan del derecho a transitar por las vías públicas teniendo la expectativa de seguridad para llegar a su destino.
La responsabilidad para evitar estos accidentes y muertes a manos de quienes se embriagan y toman las llaves de un vehículo potenciando muertes en las vías, es también de quienes ofrecen alcohol en sus fiestas a aquellos no poseen controles para su ingesta. Sabemos que el festejo en estas épocas incluye el disfrute de la buena mesa puertorriqueña y muchos piensan que el consumo desmedido del alcohol es parte indivisible de estas celebraciones. Sin embargo, beber de forma descontrolada y apoderarse del volante no es solo una conducta reprobable y peligrosa. También es ilegal hacerlo, y podría conllevar penas que incluyen multas y la cárcel. Quienes despachan alcohol a alguien que termina ocasionando accidentes y muertes también podrían ser procesados por la Policía y el sistema de justicia.
Otra consideración para quienes ingieren alcohol descontroladamente -y aquellos que se lo sirven-, es la posibilidad de que este comportamiento termine en broncas, agresiones y otras conductas violentas. Hemos visto cómo el alcohol es la causa de peleas, agresiones y ataques a tiros entre personas que, muchas veces, culminan en heridos y muertos. Otras consecuencias son las agresiones múltiples que vemos en la prensa que culminan en mujeres, hijos y viejos maltratados -y hasta muertos- a causa de una borrachera. El haber consumido bebidas embriagantes jamás es excusa para justificar la violencia y el abuso contra otros seres humanos.
En el momento en que estemos en la preparación del menú navideño y los espíritus que lo acompañarán, estemos muy conscientes de las consecuencias. Si conocemos de antemano que algún familiar sufre por la dependencia del alcohol, seamos conscientes de esto evitando tenerlo disponible o, al menos, supervisando con amor y empatía el consumo, e insistir en ofrecer alimentos a todos, particularmente a quienes estén embriagados.
Otra medida de conciencia es insistir en que pase la noche en el lugar de la fiesta, si es posible, o asegurar que la persona no maneje en estado de embriaguez ofreciéndole llevarlo a su casa o destino. Estas consideraciones podrían no solo salvar vidas, sino evitar accidentes y hasta reducir la posibilidad de maltrato intrafamiliar o altercados que desemboquen en tragedias. Consideremos modificar las conductas que podrían resultar en sufrimiento y desgracias. Recordemos que servir alcohol o consumirlo descontroladamente no es sinónimo de la Navidad. Seamos responsables al consumirlo y ofrecerlo a otros.
La Navidad es tiempo de espera y celebración por una promesa cumplida de redención y un nuevo pacto de paz para la humanidad. Celebremos estas fiestas promoviendo la conciliación y evitando desgracias. ¡Feliz Navidad para todos!
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