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Ningún pueblo merece un mal gobierno

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 26 jun
  • 2 Min. de lectura

Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda


El título de esta columna lo he tomado prestado de la dialéctica de Juan Bosch mientras dirigía su campaña para la presidencia de República Dominicana durante la década de 1960. Sus expresiones surgieron para contrarrestar la controvertible y despectiva frase “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Y no es para menos. Juan Bosch, estudioso del tejido social caribeño y latinoamericano, sabía de antemano que los pueblos son vulnerables a la manipulación mediática, particularmente cuando se trata de propaganda y promesas engañosas con el fin de llevar al poder político a los candidatos más ambiciosos, corruptos e inescrupulosos.


Como se recordará, Juan Bosch fue uno de los intelectuales dominicanos (escritor, novelista, historiador, profesor) más influyentes y reconocidos de su época. De hecho, el laureado escritor colombiano, Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, admitió que Juan Bosch había sido uno de los escritores que más influyó en su formación literaria. Cabe destacar, además, que Juan Bosch fue el primer presidente dominicano democráticamente electo tras el ajusticiamiento, el 30 de mayo de 1961, del dictador, Rafael Leónidas Trujillo.


Aunque Bosch fue víctima de un golpe de estado militar apenas siete meses después de haber sido electo presidente en 1962, se le reconoce como uno de los gobernantes progresistas más respetados y admirados por amplios sectores del pueblo dominicano. Ello, dado a sus políticas de justicia social, sana administración pública, reformas económicas, igualdad, derechos humanos y respeto a la dignidad humana. De modo que, tenía razón Juan Bosch cuando sostenía que, la abrumadora mayoría de los pueblos son víctimas del engaño, la manipulación y el adoctrinamiento mediático. Ello, en aras de vender un producto comercial o, sencillamente, para llevar al poder político al candidato de mayor poder económico y vinculado con el gran capital depredador de nuestros tiempos.


De modo que, la historia le ha dado toda la razón al insigne intelectual dominicano. El ejemplo más deplorable y vergonzoso de “mal gobierno” es, precisamente, el pueblo de Puerto Rico. Muy pocos pueblos han sido tan vilmente doblegados, engañados, manipulados y adoctrinados como ha sido el pueblo de Puerto Rico por más de cinco siglos. No solo se nos ha enseñado a percibir nuestra humillante condición colonial no como un acto de explotación y degradación de nuestras capacidades existenciales, sino como un atributo, privilegio o virtud existencial. Se nos ha negado el derecho a gobernarnos a nosotros mismos para beneficio y beneplácito exclusivo de las grandes empresas estadounidenses. Se nos ha pretendido enseñar de que la colonia no existe, que se trata sencillamente de un asunto mental. Peor aún, se nos ha convertido en un país vergonzosamente dependiente, endeudado, corruptor, corrompido y agredido bajo los poderes plenarios y absolutos del Congreso de Estados Unidos.


A fin de cuentas, nuestros gobernantes coloniales han tenido que desempeñar un lastimoso y vergonzoso rol de sumisión y servilismo que raya en lo grotesco y caricaturesco.


Como dijera Betances: “¿Qué pasa con los puertorriqueños que no se rebelan?”

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