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Ojo al trastorno de la personalidad antisocial




Por: Lilliam Maldonado Cordero


“Ese es un antisocial” es una etiqueta que hemos escuchado en más de una ocasión estigmatizando a una persona tímida y que no goza de mucho roce social con un criterio de diagnóstico médico. No es lo mismo ser asocial -retraído, con pocas destrezas sociales, o hasta antipático-, que ser una persona antisocial.


El trastorno de la personalidad antisocial es una condición de salud mental. La persona que lo padece es incapaz de demostrar discernimiento entre el bien y el mal, y le son indiferentes los derechos y sentimientos de las demás personas. Al trastorno antisocial también se le conoce como sociopatía.


La persona que sufre de este diagnóstico es proclive a provocar enojo y molestia a los demás intencionalmente. Es manipuladora y trata a los otros de forma cruel sin sentir remordimiento ni arrepentimiento de las consecuencias en la vida de los demás. Las personas que violan las leyes y delinquen reiteradamente lo hacen porque padecen del trastorno de la personalidad antisocial. Ellas mienten continuamente, tienen un comportamiento violento, son impulsivas y pueden sucumbir al consumo de drogas ilícitas o alcohol. También, tienen dificultad en cumplir con sus deberes familiares, académicos y de trabajo, por lo que tienen problemas para mantener el empleo. Mienten en su trabajo, en el entorno académico, a amigos y familiares.


El desorden de la personalidad antisocial presenta síntomas que algunas personas pueden interpretar incorrectamente, pues al ser manipuladoras, tienen la capacidad de indisponer, mentir, inventar hechos que nunca sucedieron y hacer sentir mal a sus víctimas utilizando a terceros incautos.


Algunos de los síntomas de la persona con el trastorno antisocial incluyen: no reconoce que actúa mal y no distingue el bien del mal; no respeta a las otras personas; miente con el fin de aprovecharse de otros y sacar beneficio personal sin importar las consecuencias; se inventa escenas y cosas que no han pasado en realidad e insiste en que son ciertas; es prepotente; dice que ha alcanzado grados o logros profesionales que no posee; tiene problemas con la ley; miente ante los foros de seguridad, administrativos y judiciales a sabiendas para tratar de salirse con la suya; es obstinada; mantiene una conducta violenta y amenaza a los demás con hacerle daño físico, a su reputación o familia; no siente remordimientos por el daño que causa; es irresponsable e incumple con sus obligaciones laborales y financieras.


Es importante que observemos la conducta de las personas que demuestran indiferencia a las leyes y las reglas sociales. Cada vez vemos más frecuentemente cómo se violentan las leyes del tránsito obstruyendo las vías para realizar carreras ilegales. Esta conducta no es atribuible a una sana diversión, sino que nos presenta un atisbo a la peligrosa conducta antisocial. Asimismo, podemos observar cómo personas sin titularidad sobre bienes abusan del derecho y agobian los procesos administrativos y judiciales diciendo mentiras, calumniando, cometiendo fraude y persiguiendo a otros buscando apropiarse de algo que no les pertenece. Es meritorio resaltar que esta conducta no tienen que ver con la pobreza. Si un profesional factura por un servicio no ofrecido a una agencia o un cliente valiéndose del timo, o si una persona se ufana de tener un título sin poseerlo, engañando a otros para aprovecharse, con toda probabilidad estamos observando una conducta antisocial. Estemos atentos. No nos dejemos engañar.

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