Editorial Semana
Polarización ante la vacuna

Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda
Pertenezco a la generación cuando en las escuelas del país y las hoy desaparecidas Unidades de Salud Pública se nos vacunaba contra todo tipo de bacteria, virus o parásito. Ello para combatir el sarampión, varicelas, poliomielitis, tuberculosis, tétano, tosferina y otros invasores ambientales. Desde entonces, he sido un fiel creyente del valor científico de las vacunas, al quedar inequívocamente comprobado que las mismas han logrado prolongar la expectativa de vida y la salud de la abrumadora mayoría de la población mundial. Y no lo digo yo. Lo dicen las estadísticas en materia de salud y bienestar humano. Como se sabe, vivimos en un mundo ecológicamente contaminado y al mismo tiempo hostil contra la salud humana, provocado precisamente por las políticas irresponsables y anti ambientales, tanto de los gobiernos de turno como de la industria de nuestros tiempos.
Sin embargo, desde que tengo uso de la razón no recuerdo que el tema de las vacunas haya provocado tanta discordia y polarización como ha ocurrido con la vacuna del COVID-19. Entonces, la pregunta se cae de la mata: ¿Cuál de los dos bandos está más protegido, los vacunados o los detractores de las ciencias?
Aunque las estadísticas cambian de semana en semana, un estudio realizado en Maryland en el verano de 2021 reflejó que el 99% de las muertes por COVID-19 no estaban vacunados mientras que el 95% de los nuevos contagiados y el 93% de los nuevos hospitalizados tampoco estaban vacunados. Este estudio fue avalado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Baylor (Texas) al comprobarse que esa misma tendencia se repetía en los demás estados de la metrópolis. Como se sabe, Estados Unidos confronta la mayor tasa de muertes del mundo con más de 855,000 fallecimientos desde el origen de la pandemia en enero del 2020.
Por tanto, resulta francamente reprochable la cantidad de puertorriqueñ@s que se niegan a inmunizarse al cuestionar el valor científico de las vacunas disponibles gratuitamente para todos los que la soliciten. Amparados en las “teorías de la conspiración”, los detractores de la vacuna no solo contribuyen a prolongar los estragos de la pandemia, sino que pondrán en riesgo la seguridad de sus propios familiares, mayormente de la tercera edad. Aunque las vacunas no son 100% efectivas, no es menos cierto que las mismas aumentan los anticuerpos y, por ende, la capacidad de resistencia ante el implacable virus. Recuérdese que las personas con diabetes, problemas renales, cardiovasculares, hipertensión, obesidad o tabaquismo, aún cuando hayan sido vacunados, son mucho más propensos a fallecer por coronavirus.
No se trata de concederle mayores poderes a los gobiernos para restringir las libertades y derechos individuales. Se trata de una emergencia mundial con un saldo de 5.5 millones de fallecimientos y como tal, los derechos colectivos prevalecen sobre los individuales. Tampoco se trata de censurar a las farmacéuticas multinacionales por su enriquecimiento ante la venta de sus vacunas, sino de erradicar la pandemia mediante la vacunación, la mascarilla y la disciplina colectiva.