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Por una revolución de la esperanza actual

Foto del escritor: Editorial SemanaEditorial Semana



Por: Juan Illich Hernández


Podremos reafirmar una y otra vez, que la medición científica, plus racionalista de la esperanza es una inmedible e indescriptible. Sin embargo, ¿qué hemos visto con el devenir del tiempo? Si nos remontamos a los momentos de la hermenéutica teológica e incluso mitología griega o rituales indigenistas, lo único que movía su visión de mundo era prácticamente la fiel creencia en algo particular (dioses, astros, ascetismo, etc.). Lo característico y llamativo de todo esto, es que la fe o pleno depósito de confianza hacia algún ser u objeto, técnicamente obliga a inclinar nuestra percepción, orientación y sentimiento psicoemocional hacia ese ser tangible/intangible, cosa que nos hace abrazar valorativamente lo que es solo registrable para la mente humana.


Es en ese sentido, que eso que Marx (1844) expresó “la religión es como opio para el pueblo” resulta ser traducible no el lo que muchos de nosotros interpretaríamos de distanciamiento y/o veto al campo religioso creyente per se, sino más bien a luchar contra el fenómeno imbatible del mercado capitalista que trae consigo las iglesias. Quiérase decir, que la fe y a su vez religión proveniente del término latín etimológico (raíz de la palabra) “religare” busca reunir o atar con fuerza las angustias que sufren las masas con miras a ser sobrellevadas como un tipo de narcótico inofensivo. Aunque para la psicología de masas en Puerto Rico, el factor del rendirle culto a ciertos falsos ídolos como Jorge Raschke, Wanda Rolón, entre otros seres controversiales y promotores de la cuasi- liberación, tendríamos como beneficio del “diezmo” el sello de “la bendición absoluta”. De ahí, que Carlos Marx y otros teóricos como Federico Nietzsche, Segismundo Freud, Erich Fromm, Ignacio Martín Baró, Karen Horney, etc. comparen a la fe como una especie de psicofármaco.


Por tal razón, se hace más que necesario recurrir a otras líneas de pensamiento las cuales descansan en el humanismo, es decir, en una filosofía de vida teórico- práctica que tiene como fin el volverle a dar la centralidad histórico- cultural que requiere el ser humano. Precisamente es por medio de esta corriente en especial que volvemos a rescatar las bases fundamentales del respeto y dignidad humana, cualidades que defendieron primerizamente los renacentistas italianos como Nicolas de Maquiavelo. Ahora bien, el giro esperanzador al cual estamos buscando entrelazar al ámbito filosófico humanista que aún hoy día continúa siendo eje de debates y reconfiguraciones psicoemocionales es el humanismo existencialista. Este como bien presenta Erich Fromm (1970) en su texto “La revolución de la esperanza” la deshumanización del ser humano actual no meramente surgió por las nuevas tecnologías, sino también por la cultura de lo técnico- práctico (la inmediatez).


Poniendo como eje central de este escrito la propuesta de Erich Fromm (1970) que es la búsqueda de un movimiento humanista transformador, intentamos cultivar la semilla de la curiosidad y concienciación a través de la organización de pequeños grupos que tengan como propósito el cambio social desde abajo. Sonaría irrealizable y hasta fallido el que nuevamente encaminemos estos procesos bajo el foco de la esperanza revitalizadora en Puerto Rico ya que no es ni la primera, ni mucho menos segunda vez que se realizan estos esfuerzos. Pero si de algo hay que estar claros, es que el ser humano al entrar en estado de autoconciencia en pleno caldeo de crisis emocionales, redes sociales, programaciones televisivas anestésicas, hiperconsumerismo, etc. existe la posibilidad de construir líneas de fugas. El crear desde la esperanza otra psicología de masas permite rehacer otro país, “hagámoslo posible”.

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