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Foto del escritorEditorial Semana

Previsión ante temporada ciclónica intensa




Por: Jesús Santa Rodríguez


Estamos cercanos a alcanzar el séptimo aniversario del paso del huracán María y todavía estamos haciendo inventario de las desgracias por los destrozos en la infraestructura de carreteras, luz y agua, y la agenda incompleta en los proyectos de recuperación, incluso para lograr los desembolsos de fondos federales disponibles que nunca llegarán a la isla por la indiferencia e impericia del gobierno.


Todo lo anterior es indignante. Pero, lo es más que, como país, hayamos fracasado en acometer la reconstrucción de los daños causados por María, en medio de la cada vez más patente vulnerabilidad de nuestra isla por encontrarse geográficamente en el llamado “hurricane alley” o callejón de los huracanes del Atlántico.


Ya no se trata de estar al pendiente del inicio de la temporada para asegurar que estemos preparados para el paso -antes menos frecuente- de un ciclón. Durante las décadas pasadas, la periodicidad de los sistemas mayores que afectaron a la isla era, con algunas excepciones, cada 8 a 10 años. Algunos recordamos el paso de David y Federico en 1979, Hugo en 1989, Hortensia en 1996, Georges en 1998, Jean en 2004, Irma y María en 2017. En 2022, Fiona cerró ese intervalo a menos de cinco años.


Con la intensificación del calentamiento global ahora nos encontramos bajo unas nuevas reglas de juego. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), se estima que esta temporada se formen unas 17 a 25 tormentas nombradas, ocho a 13 podrían alcanzar categoría de huracán, y hasta siete tan destructivos como María.


Antes de que concluyera el mes de junio se habían formado dos sistemas nombrados: Alberto y Beryl. Temprano esta semana, Beryl había alcanzado la categoría 4 en 48 horas, convirtiéndose en un sistema de potencia destructiva. El lunes, varias islas de sotavento reportaban sus efectos. La isla Carriacou de Granada quedó arrasada, y Santa Lucía y Barbados reportaron el hundimiento de barcos y una estimación de sobre cientos de viviendas afectadas. Aunque en esta ocasión nuestra isla no cayó dentro del cono de incertidumbre, sabemos que las bandas de tronadas y lluvias representan un gran problema para la red eléctrica que no aguanta un viento platanero, y nuestras vías colapsan como resultado de las crecidas de los ríos y hasta por las escorrentías de lluvia.


Más allá de confiar en la providencia, revisemos nuestros planes de contingencia y recuperación. Debemos reunirnos con la familia y los vecinos para desarrollar un plan de colaboración en la eventualidad de que nos afecte un sistema. Ya todos sabemos si vivimos en un área inundable o sujeta a deslizamientos. Ante el llamado de las autoridades, trasladémonos al hogar de un familiar o refugio, asegurando tener los medicamentos de mantenimiento, agua potable y productos personales. De tener mascotas o niños, llevemos sus alimentos y artículos de higiene. No lo dejemos para mañana o para el próximo fin de semana. La previsión es una de las cualidades únicas de la especie humana. Ejercitémosla. Como decían nuestros mayores, no dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy.

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