Por: Jesús Santa Rodríguez
No importa cuán inmerso se encuentre uno en la política, la pregunta que más se escuchó luego de estas elecciones fue, ¿quién ganó? La respuesta no la vamos a tener hoy ni mañana. Este análisis no tiene que ver con los resultados electorales, sino con una mirada pragmática a sus consecuencias, tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos.
Los hechos reportados la noche del evento son que la gobernación y las mayorías en las cámaras legislativas fueron dominadas ampliamente por el Partido Nuevo Progresista. Entretanto, a pesar de la entrega y lealtad a la institución por el candidato a la gobernación, Jesús Manuel Ortiz, el Partido Popular Democrático perdió. Mientras, el puesto a la comisaría residente fue dominado cómodamente por el popular Pablo José Hernández Rivera, al tiempo en que aumentaba su franquicia municipal a 45 alcaldías. A su vez, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) ubicaba su candidato a la gobernación en un segundo lugar por primera vez en cien años, luego de décadas de luchar por mantener inscrita la institución infructuosamente. Pero, el resultado esperado por su militancia, voceros y comunicadores fue muy lejos de lo esperado: no ganaron como habían jurado muchos todólogos y, lo que es más revelador, su puesto a la gobernación estuvo en un lejano segundo lugar, con el distanciamiento porcentual más grande al primero en décadas.
Lo que sabemos es que meses antes del 5 de noviembre se cuajaron los cantos de muerte al “bipartidismo PNPPD” por parte del grupo ideado por el PIP, y terminaron por seducir al liderato del Movimiento Victoria Ciudadana para hacer una alianza que votara por Juan Dalmau bajo la insignia de un partido que anduvo moribundo durante muchos lustros. Estribillos, conciertos y canciones cobraron una inusual resonancia en la voz de cantantes puertorriqueños que se oponen acomodaticiamente a una relación política de Puerto Rico con los Estados Unidos, pero que viven el American Dream a todo lujo en sus mansiones en “el imperio”. Es interesante resaltar que al menos dos de ellos, Bad Bunny y René Pérez, habían dado visitas de lo más chévere a La Fortaleza para compartir con el destituido gobernador Ricardo Rosselló Nevárez, el niño bonito del chat perverso.
Pero, el escenario más ominoso de todos, por mucho, es que Donald Trump haya ganado ampliamente las elecciones de los Estados Unidos. Esto tiene muchas y profundas implicaciones para Puerto Rico, particularmente porque los electores locales favorecieron a su contendora política, Kamala Harris, y ya sabíamos que Trump detesta nuestro país. No olvidemos que, mientras presidió, fue contumaz en otorgar mayores ayudas a Puerto Rico, hasta ofreció canjearnos por Groenlandia, y al otro día de que en un uno de sus rallies nos llamaran “Isla Basura”, él se encaramó en un camión de desperdicios a reiterar lo que siente por nosotros. En esa cancha, nuestra suerte está echada.
Atrás quedará el concierto gratuito que ofrecieron los celebrities de la vieja “Patria Nueva”. Eso será fotos y recuerdos. El análisis orondo de muchos que utilizaron sus plataformas para favorecer la “muerte al PNP” es humo.
La pregunta persiste, ¿quién ganó?
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