Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda
“Que se eduque al hijo del labrador y del barrendero como al más de los ricos hacendados” (José María Morelos-Siervo Nacional de México)
Próximo a comenzar el nuevo año académico (2024-25) del Departamento de Educación de Puerto Rico, dirigido por la Dra. Yanira Raíces Vega, creo pertinente compartir algunas reflexiones sobre tan importante gestión pública. Como es sabido, la educación no solamente ha sido percibida como la inversión pública más importante de los pueblos, sino la punta de lanza para el máximo desarrollo holístico, entiéndase, económico, social, cultural y cognitivo de todos los pueblos. Es decir, ningún pueblo sería capaz de alcanzar su máximo desarrollo económico, social y político sin el protagonismo de un sistema de educación pública de amplios preceptos pedagógicos y valores democráticos.
Para muchos pensadores y académicos la educación es más importante para los pueblos que sus propios gobiernos. Ya lo dijo Nelson Mandela: “la educación es el instrumento más poderoso conque podemos cambiar el mundo”. Sin embargo, ese no parece haber sido la visión educativa y filosófica de nuestros gobiernos conformados por el bipartidismo colonial de las pasadas décadas. Como se sabe, la matrícula estudiantil de nuestro sistema educativo ha sufrido una dramática y preocupante merma durante las últimas dos décadas. Durante las décadas de 1980 a 2000 había en Puerto Rico alrededor de 750 mil estudiantes matriculados con cerca de 1,600 escuelas activas y 40 mil maestros ejerciendo el pan de la enseñanza. Sin embargo, se anticipa que para este año académico (2024-25), la matrícula apenas alcance los 250 mil estudiantes, 800 escuelas activas y menos de 25 mil maestros activos. ¡Y, ni hablemos del deterioro y abandono de los planteles escolares!
Esta preocupante realidad demográfica ha tenido mucho que ver con las nefastas y antipatrióticas políticas de nuestros gobernantes a los fines de despoblar y desplazar a los puertorriqueños por razones estrictamente ideológicas. Todo parece indicar que se trata de un plan deliberado para sustituir nuestra población por extranjeros de alto poder económico. De ahí que los precios de hogares y alquileres de apartamentos se hayan tornado inaccesibles para el bolsillo de miles de puertorriqueños.
Dicho de otro modo, el incumplimiento de nuestro gobierno colonial con su responsabilidad ministerial de preservar y fortalecer los servicios de educación pública parece haber sido una burda estrategia del capitalismo depredador de nuestros tiempos para beneplácito de las escuelas privadas. Ello, en detrimento de amplios sectores de nuestro pueblo. Entendemos, por tanto, que la emigración masiva de los pasados 20 años ha formado parte de un plan gubernamental en contubernio con el propio Departamento de Educación dirigido, esencialmente, por administraciones incompetentes, politizadas y corruptas como ocurrió con los nefastos Víctor Fajardo, Julia Keleher y Jesús Rivera Sánchez, entre otros mercenarios de la educación.
Como dijera el prócer Eugenio María de Hostos, nuestro máximo educador de todos los tiempos: “Antes que nada, la educación debe forjar la consciencia de nuestros estudiantes, pero, más que nada, la escuela debe ser un fundamento de moral”. ¡Urge rescatar nuestra educación pública!
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