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Ronny Jarabo: legado de pasión política

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 3 jul
  • 2 Min. de lectura
Por: José “Conny” Varela
Por: José “Conny” Varela

En la historia política de Puerto Rico hay nombres que resuenan más allá de los ciclos electorales. Uno de ellos es el de José Ronaldo “Ronny” Jarabo, quien falleció el pasado 29 de junio. Dejó tras de sí un legado de oratoria, valentía y compromiso con el país.


Fue un pensador agudo, un orador brillante, y un defensor incansable del Estado Libre Asociado y de la autonomía municipal. Su carrera legislativa, que abarcó dos décadas desde 1973 hasta 1993, estuvo marcada por la defensa apasionada de los principios del Partido Popular Democrático, colectividad a la que dedicó su vida política. Como legislador se destacó por su dominio del proceso parlamentario y por su capacidad para tender puentes en tiempos de polarización.


Durante los años de gobierno de Rafael Hernández Colón, Jarabo fue figura clave en la articulación legislativa de las políticas públicas del Ejecutivo. Su presidencia en la Cámara de Representantes (1985-1988 y 1989-1992) coincidió con momentos cruciales de la administración de Hernández Colón, y su capacidad para traducir en legislación las visiones del gobernador fue fundamental para avanzar proyectos de desarrollo económico, justicia social y fortalecimiento institucional. Fue un aliado estratégico, pero también un interlocutor crítico, que supo mantener el equilibrio entre la lealtad partidista y la responsabilidad legislativa.


En el Capitolio, lideró con inteligencia debates sobre reforma electoral, política contributiva, municipalismo, acceso a la educación pública y la protección de las instituciones democráticas. Su postura ante cada tema siempre estuvo sustentada en una visión de país amplia, en la que la equidad social, la descentralización del poder y la transparencia gubernamental eran ejes fundamentales.


Fue un líder que no temía decir lo que pensaba, incluso si eso significaba enfrentarse a su propio partido.


Más allá de los cargos y controversias, Ronny fue un hombre de pasiones profundas. Amaba la ópera y la zarzuela, géneros musicales que disfrutaba con el mismo fervor con el que debatía en el hemiciclo. Fue también un dedicado maestro y mentor.


En tiempos en que la política parece cada vez más efímera y superficial, recordar a figuras como Jarabo es un acto de justicia histórica. Su vida nos recuerda que el servicio público puede ser noble, que la palabra puede ser herramienta de construcción, y que la política partidista no tiene que reñirse con la coherencia y el rigor intelectual.


El autor es representante por Caguas

en la Cámara de Representantes

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