Por: Lilliam Maldonado Cordero
Nuestro país es uno de los más bellos, con una gran diversidad de ofrecimientos de turismo gracias a las bondades de su clima, su geografía variada y la calidad de sus propuestas para vacacionar y culinarias.
Sin embargo, un área en el que tenemos potencial de mejorar es en el servicio dirigido a clientes externos e internos. Cada vez es más difícil competir con un gran número de destinos del mundo, especialmente países vecinos con los que compartimos ofertas en hospederías y restaurantes de excelencia, playas espectaculares y lugares campo adentro que proveen un tapiz escénico de gran belleza que apelan a la introspección, el descanso y la reflexión. Tanto esos destinos como Puerto Rico nos medimos hombro con hombro. Así mismo, otros países proponen ofertas de diversión y culturales muy atractivas a precios igualmente seductores o hasta más competitivos que se ajustan a casi cualquier presupuesto.
Entonces, ¿por qué tantos países con ofertas para vacacionar, algunas similares a las nuestras y otras muy distintas, atraen a un mayor número de viajeros? La respuesta es: la calidad del producto y el servicio al cliente. Sé que muchas personas podrán resentir esta afirmación, pero basta con darle el brinco al charco -como nos referimos al océano Atlántico o el Mar Caribe-, para constatar el esmero con el que las personas dedicadas al servicio, como empleados de hotel, meseros y vendedores se desviven por complacernos.
Esta experiencia la pude ratificar en un viaje que hice recientemente junto a familiares y amigos. Una tarde, luego de una larga jornada de caminar y visitar lugares de atracción turística, fuimos a un restaurante. Allí nos atendió un caballero llamado Samir. A pesar de la barrera idiomática enfrentada, Samir se esforzó exitosamente por entendernos, y nosotros igualmente. Así, él hablando el idioma del país visitado y nosotros faja´os haciéndonos entender con la camisa de fuerza de la mítica Babel, pudimos traspasar la enigmática barrera de las lenguas diversas. Al final, gracias a Dios, todos salimos victoriosos y enriquecidos culturalmente.
Como ninguno tenía qué perder, montamos una interacción muy animada en el dialecto creado. De Samir aprendimos sobre los retos aún sin resolver causados por la pandemia del covid-19 a la mayoría de los países del mundo. El covid no solo mató millones de personas. También, tuvo un impacto severo en la economía de los países que todavía luchan por recuperarse por el cierre de negocios que afectó la actividad económica y la habilidad de los ciudadanos para solventar sus gastos vitales. Nos contaba este hombre nacido Túnez que, antes del covid, era posible para él y su familia ahorrar y vacacionar cada año, mas hoy día era todavía imposible regresar a aquella normalidad. Con Samir conversamos en ese idioma íntimo que creamos sobre su país y el nuestro, de las luchas suyas y las de nuestra gente, que son casi las mismas, y del anhelo de poder dejar un mejor mundo para los hijos y nietos.
Durante nuestro compartir, Samir continuó sorteando sus atenciones con otros clientes con el mismo esmero. La tibieza de su trato fue un recordatorio de aquellas cualidades que nos hacen favorecer una oferta sobre otra: la dedicación, la simpatía y la amabilidad con la que somos tratados. Esa fórmula que, sin servilismo y con natural excelencia lució Samir en su desempeño, debe ser un requisito ineludible para aquellos sectores de nuestro país dedicados al servicio
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