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  • Foto del escritorEditorial Semana

Se fue la luz


Por: Myrna L. Carrión Parrilla


Un inesperado apagón impactó a un significativo número de puertorriqueños en los pasados días.


Iniciado el evento, se decía que casi tres cuartas partes del país estaba sin luz... Más tarde se supo que el asunto fue impactando área por área, hasta apagar por completo a todo el país.


Se fue la luz en un país envejecido, donde la mayor parte de nuestra población es de edad avanzada y en donde un significativo número de personas utilizan equipos de asistencia para la salud que requieren de energía eléctrica, volver a enfrentar cosas como esta, es muy serio.


Se fue la luz y pensar en las pérdidas de alimentos que miles de familias tuvieron, sumados a las pérdidas que cientos de negocios enfrentaron, es algo que preocupa e impacta.


Se fue la luz y una vez más volvieron a cerrar las escuelas, en un tiempo en el que todos sabemos lo afectada que se ha visto la educación.


Oficinas privadas y de gobierno, tiendas y comercios, por varios días volvieron a cerrar. Fue como volver a vivir las experiencias de huracanes y emergencias anteriores.


Miles de dólares han llegado a Puerto Rico para hacer de nuestra infraestructura una más resiliente pero la complejidad que conlleva poder utilizar los mismos nos tiene paralizados y se fue la luz y quedamos paralizados.


Se fue la luz, pero la que dos instituciones o agencias nos proveen, porque la que nos da el radiante sol de nuestra isla, nadie la puede apagar.


Sobre quién tiene la culpa, qué se hizo o dejó de hacer para que sucediera lo que sucedió, es siempre importante saber, pero lograr que la fortaleza del puertorriqueño se mantenga, es mucho más importante.


Iniciamos la Semana Mayor y en nuestras tradiciones reflexión y oración se hacen parte de ella. En la reflexión, solo espero que nunca se apague la luz, la luz de los corazones de los puertorriqueños que a diario salen a trabajar, a estudiar y a luchar y por encima de toda adversidad, se sobreponen y se levantan una vez más.


Y que la oración, que es ese diálogo íntimo de nuestro espíritu con una fuerza mayor, para muchos, llamada Dios, sirva para derramar luz, la verdadera luz, la que viene de lo alto, para que caiga sobre aquellos que tienen en sus manos la gestión del bienestar del pueblo.


Se fue la luz, pero que la luz propia de cada hombre y mujer de esta bendita Tierra, no se apague nunca.

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