Editorial Semana
Si no fuera por eso

Por: Myrna L. Carrión Parrilla
Recuerdo claramente que hace unos treinta a treinta y cinco años se nos advertía a los entonces oficiales de gobierno de todos los niveles que debíamos prepararnos e ir estableciendo planes que propusieran modelos de todo tipo de servicios y espacios adaptados a una población vieja o envejecida que se proyectaba o se veía venir en los próximos 20 años.
Desde aquel entonces al menos el gobierno federal advertía que una ciudad distinta se necesitaría y prevenía que serían más los viejos que los niños, pero pasaba el tiempo y entre las muchas cosas que abruman a los gobiernos, casi ninguno escuchó, otros no tuvieron visión y muchos limitados de fondos, los cambios necesarios a penas los contemplarían.
Recuerdo que desde aquel entonces veía como aquellas comunidades que de niña veía como las de más recursos económicos, se convertían en unas llenas de ancianos en las que muchos de los hijos ya no vivían y ni tan siquiera cerca los tenían. Veía como aún pagaban hipotecas pues la habían retomado para pagar estudios para muchos hijos qu a estudiar salieron y después nunca volvía.
En centrábamos que en algunas casas que parecían abandonadas, algún viejo vivía y que aquellos que en mi juventud recursos tenían, se habían convertido en ciudadanos con necesidades de salud tales, que sus recursos a penas sus medicamentos cubrían. Para aquel entonces, la pobreza en los viejos era la que crecía y veía como a las tradicionales comunidades construidas para la gente pobre, el gobierno las atendía, pues estos tenían bajo o ningún pago de techo, agua y luz, recibían cupones y hasta una tarjeta de salud lo atendía. Pero los viejos en urbanizaciones y campos, la soledad, la enfermedad y sus gastos los empobrecía.
Y llegó el tiempo que se nos advertía y dos huracanes al país azotaron y ahora para algunos que no escucharon y para los más jóvenes que en aquel entonces a penas crecían, les impacta ver toda la pobreza que a nuestra Isla cubría. La demografía ha cambiado dramáticamente y por primera vez en las estadísticas son más los fallecimientos de personas mayores que los nacimientos de bebes. De ahí que se haga tan importante que los servicios primarios a todas las comunidades pues son muchos los enfermos y personas con equipos de asistencia médica y con limitaciones para solucionar sus problemas.
Pero este país cuenta con gente de gran corazón y alto sentido de caridad y dan de lo que tienen y lo que no lo buscan. Hay que reconocer que en lo que luz llega, las carreteras se rehacen, la gente en sus comunidades se lanza a la calle a ayudar. Esa es la diferencia de este pueblo puertorriqueño. Mucho al gobierno le toca, pero el calor humano del puertorriqueño hace la diferencia, si no fuera por eso, donde estaríamos después de Fiona y María.