
Por: Nitza Morán Trinidad
La Universidad de Puerto Rico sigue y seguirá siendo un tema de sumo interés por ser la única institución educativa pública universitaria que tiene nuestro país además de ser una de las más grandes del Caribe.
Hace 122 años que tenemos unos recintos que han mantenido su encomienda de educar a futuros profesionales y en momentos en que la universidad gozaba de gran reputación y de largas listas de esperas para la admisión de nueva matricula. En definitiva, una universidad de gran prestigio, pero con grandes retos administrativos, económicos, cambios en el liderato, mensajes tajantes del consejo de estudiantes que resultan en huelgas cortas y prolongadas, necesidad de empleados docentes y no docentes, la presencia de la junta de control fiscal y recortes presupuestarios año tras años son factores que han incidido en una universidad visiblemente deteriorada y con pronósticos de disminución en el estudiantado de cara a los próximos años. Sin embargo, las políticas públicas y el sentimiento de pertenencia pueden augurar una enfermedad terminal para la vida universitaria en Rio Piedras como en otros municipios. En días recientes el presidente Luis A Ferrao anunció la suspensión de 64 programas académicos de bachillerato en 10 de los 11 recintos debido a la baja en matrícula de menos de 10 estudiantes de nuevo ingreso por 3 años consecutivos y de repente pareciera ser que es una decisión errada con intención maliciosa de cerrar recintos esbozado así mismo por estudiantes del consejo.
Señores no podemos pensar siempre con mente retrograda de institucionalismos y nacionalismos ni sentimientos patrióticos cuando hablamos de la educación especialmente la universitaria. Hay que reflexionar para entender que la decisión fue una basada en datos estadísticos que no reflejan una intención de cierre de recintos, sino que debería crear una gran preocupación de las bajas sustanciales en los centros en donde son ofrecidos.
Con ojos abiertos y con sentido de tener un currículo que se atempere a los cambios sociales seria la manera más prudente de actuar a la baja matrícula en cursos que parecieran ser de poco interés al estudiantado de nuevo ingreso. Con esto quiero decir que se tiene que entender las nuevas tendencias del mercado laboral definidas en ocasiones por regiones, situaciones que enfrenta el país o que simplemente llegamos a una nueva etapa social donde la tecnología, la inteligencia artificial, video juegos entre otros han tomado gran relevancia en el nuevo estudiantado y en el ámbito corporativo.
Es hora de cambiar, pero un cambio de decisión del presidente a estos méritos sin duda no crea el ambiente idóneo para la continuidad académica ni de credibilidad en la administración de turno. ¿Si o no al cierre de programas académicos? optimicemos a nuestra universidad y tengamos cursos con buenas ofertas y de grandes demanda y tendremos una universidad con diversidad académica.
La autora es senadora por San Juan, Aguas Buenas y Guaynabo
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