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Sobre “El cáncer de la corrupción”

Foto del escritor: Editorial SemanaEditorial Semana



Por: Nitza Morán Trinidad


En esta isla 100 x 35 hemos tenido que enfrentar la peor noticia que un puertorriqueño pudiera recibir: el diagnóstico de una enfermedad terminal. A pesar de las grandes preguntas de por qué a mí o que he hecho para merecer esto en muchas ocasiones se quedan sin contestar y lo que resulta de inmediato es una atención especial por valorar lo que se tiene y de poder concluir metas y sueños que han dejado pendiente. No obstante, la corrupción ha sido la enfermedad que se ha propagado dentro de un círculo de personas.


En los pasados días se dieron cita un grupo de profesionales de las agencias estatales y federales para ofrecer un seminario para eludir” el cáncer de la corrupción”. Un seminario denominado “Anticorrupción y Transparencia” en el que se habló sobre la decisión que la persona hace al desear un nuevo estilo de vida que no puede costear y la capacidad de auto infligirse una sentencia no de muerte física, pero de restricción de libertad en donde los protagonistas de esta saga no solo eran políticos, sino que fueron creando una reputación que les hace ver a todos en el servicio público como delincuentes de cuello blanco.


La corrupción en Puerto Rico es y seguirá siendo uno de los mayores obstáculos para reestablecer la confianza ciudadanía especialmente en el gobierno. La secuela de alcaldes y otros funcionarios pareciera alimentar la percepción de que la isla está atrapada en un ciclo interminable de malas prácticas y de falta de transparencia en la gobernabilidad del país. Sin embargo, la legislatura ha tomado acción para detener dichas conductas, pero la realidad es que se requiere mucho más que leyes más estrictas o el anuncio de investigaciones en curso para poder obtener cero actos delictivos.


El verdadero cambio está en nosotros mismos más allá de seminarios, reglamentos y leyes debe de existir un cambio cultural de principios y de individuos donde la transparencia, rendición de cuentas y la ética deberían ser pilares fundamentales como individuos y de toda gestión pública.


O sea, no solo castiguemos a los culpables, porque hemos sido testigos que a pesar de los arrestos y de las condenas no han sido de gran disuasivo por la mentalidad antagónica de que a mí no me cogen. Entonces ¿se trata de individuos corruptos o de un sistema que facilita y normaliza estos compartimientos?


Puerto Rico enfrenta enormes desafíos económicos y sociales y ya la corrupción no puede seguir siendo un atraso hacia el progreso que merecemos todos. Creyente de que todas las gestiones para erradicar el cáncer de la corrupción son necesarias y nunca estarán de más como la transparencia total en la gestión pública, auditorías independientes, ley de protección a los denunciantes y participación ciudadana son el ordenamiento para que este mal sea tratado desde sus cimientos. En fin, tratar de evitarlo es donde ganamos todos.


La autora es senadora por San Juan, Aguas Buenas y Guaynabo

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