
Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda
“A la memoria de mis padres por haberme traído al mundo un Día de San Valentín”
Hago un paréntesis en el tema político de mis columnas para felicitar a mi inseparable esposa Gigi. En primer lugar, por haberme tolerado 55 años de matrimonio y, en segundo lugar, por haberme permitido forjar una inquebrantable familia conformada por dos hijos y seis adorables nietos. Igualmente felicito a cada una de las parejas puertorriqueñas que celebran el tan esperado Día de San Valentín, conocido igualmente como Día de los Enamorados, Día del Amor o Día de la Amistad. Como es sabido, el 14 de febrero representa no solamente el día más emotivo y emblemático del romanticismo y la amistad sincera, sino que se ha convertido en una poderosa y lucrativa inyección económica para beneplácito particularmente de joyerías, restaurantes, dulcerías, floristerías, hospederías y otros centros de regalías sentimentales.
Además, he abordado el tema de San Valentín porque mis padres contrajeron nupcias precisamente durante el tan emotivo y significativo Día de los Enamorados. Curiosamente, el subsiguiente 14 de febrero, justamente cuando celebraban su primer aniversario de bodas, me trajeron al mundo en el entonces Hospital Municipal de San Juan, hoy “Museo de Arte de Puerto Rico”. Pero las circunstancias me impidieron convertirme en sanjuanero. Soy sangermeño porque allí crecí, me eduqué y me desarrollé bajo la sabia y dócil custodia de mis abuelos y mis tías maternas. Posteriormente, el destino me tenía deparado integrarme a la vida del Valle del Turabo hasta que se me concedió en honor de haber sido declarado hijo adoptivo de la Ciudad de Caguas. Y, por supuesto, fanático compulsivo de Las Criollas del voleibol femenino.
Desde luego, para entender el origen del Día de San Valentín, conviene dar una breve mirada a los acontecimientos históricos. Según la historia, el Emperador romano, Claudio II, condenó a muerte al sacerdote Valentín (14 de febrero del año 270 D.C) por desobediencia y rebeldía antiimperialista. Sucede que el emperador prefería fortalecer el ejército imperial con soldados solteros porque éstos supuestamente resultaban superiores y más leales que los casados. Por su parte, el sacerdote Valentín optó por estimular el matrimonio entre la juventud para, precisamente, prolongar y preservar la vida de las nuevas generaciones. De modo que, la Iglesia Católica convirtió al sacerdote en un mártir elevándolo a la santidad bajo el título de San Valentín. A partir de entonces, el 14 de febrero se celebra internacionalmente como Día de San Valentín o Día de los Enamorados.
Y que mejor que el Día de San Valentín para compartir este emotivo y cautivante poema del fallecido sacerdote y poeta nicaragüense, Ernesto Cardenal:
[Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido/yo, porque eras tú lo que yo más amaba/ y tú, porque era yo el que te amaba más/pero de nosotros dos tú pierdes más que yo/ porque yo podré amar a otras como te amaba a ti/pero a ti no te amarán como te amaba yo”]
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