¿Un posible Chernóbil en Puerto Rico?
- Editorial Semana
- 26 jun
- 3 Min. de lectura

Por: Juan Illich Hernández
Como bien nos ha hablado la historia, el evento catastrófico acontecido en el siglo pasado en esa transición de finales del bloque Soviético (1986) aconteció uno de los accidentes más perjudiciales para la historia no solo Occidental, sino también en general que fue la explosión de uno de los reactores nucleares en la central nuclear de Chernóbil (Ucrania). Lo particular y llamativo de toda esta problemática de carácter ambiental e inclusive psicosocial es que aun habiendo pasado casi cuarenta años de ese inolvidable incidente, múltiples países optan por la opción de la energía nuclear.
Si tomamos como ejemplo países “progresistas” del estirpe económico y altamente desarrollados de la altura de Francia, Canadá, Japón, Emiratos Árabes, entre otros, exploramos que, a pesar de su altísimo poder adquisitivo económica y políticamente hablando están totalmente inclinados por esta solución no renovable. Es decir, que dichas naciones estando dentro de la categoría de “primer mundo” deciden tomar la riesgosa decisión de apoyar la energía nuclear, dado a los aparentes beneficios que prometedoramente promueve esta. Algunos de estos endulzantes, pero amargos efectos secundarios que arrastra consigo según ingenieros y contratistas oportunistas, que, al momento de instalarse estos dispositivos, son que la energía nuclear no emite gases de efecto invernadero. Este discurso aparentemente lo convierte en una “fiel aliada” de la lucha contra el cambio climatológico.
Es en ese sentido, que el flamante, pero controversial modelo nuclear desde el régimen sociopolítico y sobre todo “amistoso” de JGO (Jennifer González) busca fingidamente resolver la crítica problemática que confrontamos con el sistema eléctrico vía el proyecto nuclear. El detalle mayor de toda esta “ingeniosa” propuesta es que no se está tomando en consideración, ni el trasfondo social e histórico del país como tampoco su propensa actividad sísmica según nos indican diversos geógrafos, plus científicos ambientalistas como José Molinelli Freytes. Quiérase decir, que Puerto Rico al estar ubicado en un terreno de predisposición telúrica la cuestión nuclear se hace algo no solo polémica para el sistema nuclear, sino también del país, ya que pueden emerger sinfines de fallas o desastres.
Puerto Rico, más allá de tener en su 100 x 35 una alta densidad poblacional, resulta ser irónicamente una isla limitada en todo tipo de índoles. Desde lo que es el terreno como a su vez en el dilema de facilidades o infraestructura es una prácticamente deficiente, cosa que desde muchísimo antes del nefasto huracán María en el 2017 la huella histórica nos venía hablando. Todos estos vulnerables problemas sociales son un vivo producto de lo que buena y mala planificación urbana diseña, organiza, ejecuta e inclusive prioriza durante el gobierno en turno. Sin embargo, la premisa que todos debemos estarnos haciendo es: ¿Cuál es el crucial asunto con la energía nuclear en Puerto Rico? Precisamente la desinformación para manejo de los residuos nucleares, el proactivo movimiento territorial, el desarrollo de huracanes, nuestra ubicación territorial, los cuasi empíricos improvisados del gobierno en turno, los giros drásticos del cambio climático y la mala administración, plus planificación pública fomentan que el país se torne en un posible Chernóbil.
Muchos pensarían que esta posición y fatalista visión es una apocalíptica. Tanto es así, que el romantizar la viabilidad de una planta nuclear en Puerto Rico sería de muchísimo beneficio para fines no solamente económicos, sino también sociopolíticos en lo que concierne al putrefacto sistema eléctrico. No obstante, lo que no estamos observando objetivamente son las irremediables consecuencias para la sociedad/cultura puertorriqueña, justamente cómo fue y será el caso de Chernóbil. ¡Despierta boricua!
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