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Un tesoro invaluable


Por: Lilliam Maldonado Cordero


La amistad es la relación afectiva que existe entre una y más personas. Es un vínculo convenido y voluntario en el que se busca y se recibe confianza, solidaridad, respaldo y amor. Muchos se refieren a los amigos como aquellos miembros de la familia que podemos escoger con el corazón, y que llegan a nuestras vidas para reforzar nuestra identidad, compartir y debatir nuestras ideas con el fin de consolidar nuestras acreencias filosóficas, conocimiento y hasta asuntos de conciencia.


Los amigos, al igual que la familia, forman parte importante de nuestro sistema de apoyo. Durante nuestra niñez, los amigos fueron instrumentales para solidificar nuestra autoestima. También, nos enseñaron sobre los principios de lealtad, respeto mutuo y reciprocidad, y fueron la base para desarrollar la confianza en nosotros mismos e identificar los valores comunes en aquellos donde depositar la nuestra. Existen estudios que señalan la importancia de fomentar la amistad en las etapas tempranas de la vida para tener un desarrollo sano físico y emocional.


Asimismo, se han identificado varias virtudes elementales que nutren la amistad desde la adolescencia, entre ellas, la confianza, la comunicación y la intimidad. Desde esas edades, la amistad evoluciona basándose en el intercambio de opiniones, emociones y sentimientos. Fomentar amistades de calidad entre nuestros niños y jóvenes es fundamental para el desarrollo de sus mecanismos de manejo adecuado de confrontación y la adquisición de habilidades sociales.


Del mismo modo, estudios apuntan a que la influencia de los amigos sobre nuestros jóvenes solo predomina por encima de los valores morales, así como las aspiraciones académicas y profesionales que han sido aprendidos de los padres cuando existen conflictos graves en el modelaje recibido desde el hogar. Es decir, hay una relación significativa entre la influencia de los padres para la predisposición de un joven a la comisión de delitos, incidiendo esto en la selección de sus amigos y dicha relación.


Ya en nuestra adultez, los amigos son aquellos que nos acompañan por los distintos rumbos que tomamos a través de la vida, ayudándonos a mantener la relación de peso y contrapeso de nuestras emociones en balance a través de la crítica constructiva, la validación, el amor, el consuelo y el respeto. Son ellos quienes nos desafían a mantener nuestros principios morales y éticos.


En el marco social, las amistades brindan un sentido de finalidad y propósito, constituyendo un vínculo común creado entre los componentes de una misma comunidad de intereses, ya sea de dos o más personas. Nos ayudan en la resolución de problemas, son apoyo para reducir el estrés y nos estimulan a sentirnos más felices. Gracias a la amistad recíproca podemos sobrellevar enfermedades y sobreponernos a traumas, como pérdidas como el divorcio, la muerte de seres amados y el desempleo.


Tener un amigo o una amiga es igual que poseer un tesoro. Y, como con todo tesoro, es preciso protegerla y cultivarla ejercitando algunos “músculos” emocionales. Por ejemplo, aunque gocemos de gran confianza con ellos, seamos amables y respetuosos de su amistad y dignidad; escuchémoslos para ser escuchados; compartamos desprendidamente aquello que tengamos con ellas; seamos leales y demostremos que pueden confiar en nosotros; estemos disponibles cuando nos necesiten; y démosles muestras de afecto y amor desprendido siempre que tengamos la oportunidad. Serán ellas quienes nos acompañen por el camino cuando muchos, incluso nuestros hijos e hijas, se distancien para acometer sus proyectos de vida.

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