Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda
El título y contenido de esta columna es de la autoría de María de Lourdes Santiago, Senadora por el Partido Independentista Puertorriqueño, en ocasión del 129 Aniversario de la bandera de Puerto Rico, adoptada como tal por un grupo de patriotas puertorriqueños en el Chimney Hall de Nueva York el 22 de diciembre de 1895, y citamos:
[Entre balas, y sangre, la recogió Dominga de la Cruz de las manos de Carmen Hernández, cuando ésta cayó herida en aquella terrible tarde del 21 de marzo de 1937, en la Masacre de Ponce. La izó Blanca Canales al declarar la República en Jayuya el 30 de octubre de 1950, y la desplegó en el Congreso Lolita Lebrón en el 1954. Luego de que la policía colonial la arrancara y pisoteara en su casa en Naranjito, don Cheo Negrón, tras su arresto en el 1950, la pintó en el balcón: “Ahora tendrán que llevarse la pared”.
Un día como hoy hace 129 años fue presentada en la Sección de Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York. Ultrajada, perseguida, proscrita, esa bandera de franjas rojas y blancas con la estrella sola en el “firme triángulo azul” al decir de Lloréns, fue, como escribió, Yumet Méndez, “rayo de esperanza entre las sombras”. Por décadas, aun ya en la segunda mitad del siglo XX, fue señal de resistencia y confrontación, símbolo inequívoco del independentismo. Ni siquiera la torpe mutación oficialista (con la historia inventada por el muñocismo de que sus franjas representan los tres poderes del gobierno y la estrella al ELA) logró despojarla de su vínculo con nuestra identidad. Iluminó luchas que lentamente han ido transformando al país.
Conociendo o no su tortuosa historia y el precio que alguna vez tuvo que pagarse por exhibirla, hoy la despliegan atletas, reinas de belleza, cantantes y también los que, en el pasado, temerosos del poder de su mensaje y en obediencia al opresor, la negaron. Festiva, se imprime en panderos que animan parrandas y protestas. Enlutada, denuncia el recrudecimiento reciente del régimen colonial. Consagrada por el valor y constancia de espíritus libertadores, ha pasado de ser razón de persecución a símbolo unificador.
Como una elaborada metáfora forjada en este siglo y cuarto, la bandera puertorriqueña es crisol de nuestra historia. Este aniversario coincide con los vientos de esperanza que llegan con los resultados de las elecciones recientes. Vemos el ocaso del régimen bicéfalo que la criminalizó, cediendo ante la alborada de una juventud sin los miedos y reservas que amarraron a generaciones anteriores. Es mi esperanza que el camino que hoy se aligera y ensancha marque la ruta hacia el día en que esa bandera que vío la luz hace 129 años, ondee sin otra que le haga sombra. Como escribió Yumet Méndez en el 1952:
“Que yo la quiero ver en esas torres / y en donde quiera que la patria asoma /
pero ha de ser cual la soñó la mente / tendida en el espacio pero, !SOLA!”]
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