Por: Myrna L. Carrión Parrilla
En los pasados días tuve la oportunidad de disfrutar de la celebración de los cien años de fundada de la tan significativa institución educativa de nuestra ciudad criolla, la escuela superior José Gautier Benítez.
Como decimos en nuestra ciudad, “si eres de Caguas” seguro que bien sabes lo que representa esta escuela en nuestra comunidad.
La escuela superior José Gautier Benítez, inaugurada en el año 1924, ha sido el alma mater de miles de cagüeños que encontraron allí, no sólo el pan de la enseñanza, sino también las herramientas fundamentales para el éxito en la vida. Encontraron los amigos que se han mantenido en su vida para siempre, los amores, los profesores que les formaron y que sembraron en ellos el amor y compromiso con esta hermosa ciudad nuestra.
De ella surgieron grandes atletas, profesionales de primera, fundadores y empresarios de muchas importantes iniciativas en Caguas y Puerto Rico, alcaldes de nuestra ciudad, ciudadanos líderes de comunidades e instituciones sin fines de lucro, artistas de primera en todas las ramas de las artes, tanta y tanta gente buena que ha aportado tanto en un sinfín de sectores de la comunidad en general.
Allí pude ver llegar exalumnos pertenecientes a clases con más de 70 años de haberse graduado, apoyados por hijos y familiares y algunos con sus bastones, andadores y sillones de ruedas, pero hasta allí llegaron, comentando muchos, “no me lo podía perder”.
Al entrar los ojos le brillaban, como si fuera el primer día que a su escuela superior llegaban. Los escuchaba contar experiencias e historias inolvidables con maestros, en el deporte, sus compañeros, pero sobre todo mostraban un amor de los verdaderos, de los que entran al corazón para siempre, un amor que del que no se habían podido olvidar, el amor por una escuela que les tocó la mente, pero sobre todo su corazón.
Algunos comentaban, “en mis tiempos esto parecía una escuela privada”, queriéndose referir a la escuela que disfrutaron, una escuela que contaba con un gran orden, organización, alto grado de profesionalismo, una marcada calidad de los servicios, entrega de todos los que allí servían, limpieza impecable, compromiso, empeño y profunda entrega por parte de sus maestros, un gran sentido de lealtad, una vida escolar que se encargaba de tocar la vida de sus estudiantes, más allá de sólo dar clases, cosas que lamentablemente en muchas de nuestras escuelas públicas del país se ha ido perdiendo.
La Gautier ha sido sin duda, un centro educativo de primera y ha logrado mantener en sus egresados, no sólo el orgullo de ser “de la Gautier” sino el amor y compromiso de continuar mostrando con sus acciones, lo que allí aprendieron.
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