top of page
Buscar
  • Foto del escritorEditorial Semana

Una leyenda llamada Víctor Pellot


Su debut en grandes ligas fue con los Atléticos.

Por Jorge L. Pérez/JPG Media Group


Uno de los inicialistas de mejor fildeo y más coloridos de la historia del béisbol de grandes ligas, Víctor Pellot Power (o Pové), mejor conocido en Estados Unidos como Vic Power, quien este primero de noviembre hubiese cumplido 95 años, también tenía un devastador sentido del humor que hacía juego, precisamente, con su amplia sonrisa y su mirada chispeante.


Una anécdota que le gustaba contar, y que recogen incluso las páginas biográficas del béisbol -como Baseball Reference y SABR (Society for American Baseball Research)- es aquella en la que, al ir a un restaurante de Syracuse en 1951, el mesero le dijo: ‘Lo siento, pero aquí no servimos a personas de color’”.


Y él le respondió, “perfecto, porque yo no como personas de color, sino arroz con habichuelas”.


Nacido el primero de noviembre de 1927 en Arecibo, una fecha que podría estar en duda, y fallecido el 29 de noviembre de 2005, entre esas dos fechas Víctor Pellot desarrolló una vida en la que estuvo vinculado al béisbol en todas sus facetas: como jugador activo, dirigente y escucha.


Como pelotero, fue un buen bateador y un corredor rápido y agresivo, un bateador derecho que promedió .284 con 126 jonrones al jugar de 1954 a 1966 con los Atléticos de Filadelfia y Kansas City (1954 a 1958), Cleveland (1958 a 1962), Minnesota (1962 a 1964), los Angelinos (1964), Filadelfia (1964) y los Angelinos otra vez (1965).


En Puerto Rico, su familia se mudó a Caguas cuando él tenía 13 años, y, luego de practicar con los Senadores de San Juan y los Criollos de Caguas, el otrora jugador de las ligas negras y jugador y dirigente de los Criollos en Puerto Rico, Quincy Trouppe, se lo llevó a jugar par de temporadas en una liga provincial de Canadá hasta que fue ‘descubierto’ por un escucha de los Yankees de Nueva York.


Firmado por los Yankees en 1951, Pellot tuvo grandes temporadas en Triple A: En 1952 bateó .331, liderando la Liga en dobles y triples, y en 1953 ganó el campeonato de bateo con un promedio de .349.


Pero los Yankees, que no tuvieron un jugador negro hasta que subieron al receptor Elston Howard en 1955, nunca quisieron darle la oportunidad, pese a que la prensa y la fanaticada clamaban a su favor, lo que incluso provocó una protesta frente al Yankee Stadium de parte de los que alegaban racismo.


Pero Pellot fue canjeado a los Atléticos, entonces de Filadelfia, en 1953.


De acuerdo a lo que decía el propio Pellot, cuando estaba jugando en las ligas menores en Canadá y, luego en Estados Unidos, los periodistas norteños -que usualmente creían que el segundo apellido era el apellido paterno-, creían que se llamaba Víctor Power, porque no podían pronunciar su verdadero segundo apellido, Pové.


Según otra anécdota, el apellido oficial se convirtió en Power cuando jugó en 1949 y 1950 en la liga provincial de Canadá, donde, según él, “los franceses me empezaron a llamar La Pellot, y eso sonaba a una mala palabra en francés. Así que entonces prefirieron llamarme Vic Power”.


De acuerdo a historiadores, sin embargo, el apellido ya le había sido cambiado a su madre, Maximina Pové, por un maestro escolar que creía que, por no saber escribir, ella no había podido escribir su verdadero segundo apellido, Power.


Y esa es otra historia que le gustaba contar a Víctor Pellot, un bromista -e inventor de historias-, consumado.


“Había tanta controversia con el apellido”, dijo recientemente uno de sus hermanos menores, Nelson Pellot, ahora radicado en Florida, “que un día yo fui al registro demográfico en Arecibo y conseguí el certificado de nacimiento de nuestro abuelo”.


“Y su apellido era verdaderamente Power”.


Pellot tuvo grandes años con los Atléticos en Kansas City (quedó segundo en bateo de la Liga Americana con .319 en 1955) y Cleveland, y cinco veces bateó sobre los .300.


En total, fue escogido seis veces al Juego de Estrellas y ganó el Guante de Oro como mejor inicialista siete veces entre 1958 y 1964.


Esto último pese a que a menudo se le criticaba por su estilo llamativo al recibir los tiros con una sola mano, que luego se convertiría en su distintivo y serviría para provocar que la mayoría de los inicialistas futuros terminaran imitándolo, porque comprendieron que así acortaban la distancia de los tiros.


Entre sus hazañas más curiosas estuvo la de robarse dos veces el plato en un mismo juego con Cleveland, convirtiéndose el 14 de agosto de 1958 en apenas el primer corredor en 70 años en conseguirlo, y el segundo robo dejó sobre el terreno a los Tigres de Detroit.


Lo curioso es que solo se robaría tres bases ese año.


En la liga de Puerto Rico, jugó con los Criollos de Caguas desde la temporada de 1957-48 a la de 1960-61 y luego, brevemente, en las de 1966-67 y 1967-68.


Su promedio fue de .297 con 980 hits y 489 carreras impulsadas.


Fue campeón de bateo dos veces, dos veces líder en cuadrangulares, Jugador Más Valioso en una ocasión, y, en 1959-60, fue campeón de bateo y, Dirigente del Año luego de conducir a Caguas al campeonato.


En 1973, dirigió a la selección de Puerto Rico que obtuvo la medalla de plata en el Mundial de Béisbol, celebrado en La Habana.


Luego del retiro


Luego, fue escucha Angelinos de 1979 a 1992, y se dedicó también a desarrollar el beisbol juvenil, siendo figura clave para el establecimiento del Torneo de Excelencia.


Incluso, algunos aseguran que fue debido a sus gestiones en la República Dominicana que San Pedro de Macorís terminó convirtiéndose en una mina de oro para el beisbol dominicano.

Murió, victima del cáncer, a los 78 años, el 29 de noviembre de 2005.


En sus últimos años vivió en casa de su hermana mayor Carmen, en Guaynabo, y esa ciudad le ha puesto su nombre a varias de sus instalaciones deportivas.


Pero un mero compendio de estadísticas no presenta un retrato verdadero de Víctor Pellot: como jugador, le encantaba llamar la atención y era lo que luego se conocería como un ‘hot dog’.


“El siempre quiso jugar béisbol desde niño, pero nuestro padre no lo dejaba”, recordó Nelson. “Decía que un hombre no podía mantener a una mujer jugando a la pelota”.


Al morir su padre cuando él tenía 13 años, Víctor se soltó a jugar béisbol, y lo hizo en varias ligas informales, hasta contra adultos, en lo que ahora podría considerarse Clase A, recordó Nelson.


“Víctor siempre jugó en varias posiciones, además de primera (incluso en Grandes Ligas), pero cuando empezó a jugar, en nuestro barrio, era ‘catcher’, y los demás muchachos le llamaban Campanella (en honor del legendario Roy Campanella)”.


“Decían que él se parecía a Campanella, y ‘catcheaba’ sin careta y hasta sin peto”.


Pero Nelson nunca ha estado seguro de su verdadera edad.


“Lo que siempre me dijeron que nuestro padre no llevó a inscribir a Víctor cuando él nació, sino cuando yo nací en 1931, unos tres años después, y nos llevó como gemelos”, dijo.


“Para mí que nació en 1928”.


Eventualmente la familia se mudó a Caguas, donde Víctor completó sus estudios de escuela superior en la escuela Gautier Benítez y empezó eventualmente a practicar y jugar con los Criollos.


Nelson recuerda que Víctor nunca se expresó con amargura en torno al trato discriminatorio que recibió de los Yankees.


“Mi hermano menor Gino -que murió el año pasado- siempre fue muy rebelde, y él siempre cuestionó eso”, dijo Nelson. “pero yo se lo discutía”.


“Yo le decía que probablemente, si los Yankees lo hubieran subido, no le hubieran dado mucha oportunidad de juego y Víctor no se hubiera destacado como se destacó con los Atléticos y Cleveland”.


Pellot, quien fue seleccionado para el Juego de Estrellas seis veces, también medio ‘hot dog’ fuera del terreno.


Siempre le gustó decir que se compró un convertible rosado para pasearse por el Condado con él, teniendo a su lado a su esposa rubia, con tal de hacer rabiar a alguna gente que decía “pero qué se cree ese negro”.


Nelson lo confirmó, riendo.


“Víctor tenía un Cadillac y un Lincoln”, dijo. “Y se casó siete veces… y todas sus esposas fueron rubias”.


Chistoso de cuerpo completo


Durante años, a Víctor podía vérsele en los palcos del Bithorn o del Solá Morales, rodeado por otros escuchas, a los que constantemente hacía estallar de risa con sus anécdotas.


Pero Nelson lamenta que Víctor no debió haber muerto cuando lo hizo.


“El tuvo primero cáncer de la próstata, pero se lo atendieron a tiempo y se puso bien”, dijo Nelson, quien trabajó más de 45 años en el departamento de producción del periódico El Nuevo Día, incluso desde que este se llamó El Día y se imprimió en Ponce hasta 1970.


“Pero después se descuidó y, cuando vino a ver, el cáncer había reaparecido y se le había regado por el cuerpo”.


Divorciado ya de su séptima esposa, Víctor vivió sus últimos tiempos en casa de su hermana, Carmen, quien hoy en día tiene 97 años y vive en la Florida, y fue ella quien también quien lo acompañó en el hospital.


“La ambición de Víctor era escribir un libro sobre sus memorias, pero nunca lo logró terminar”, dijo Nelson. “En la casa de Guaynabo, en un cuarto, Víctor había dejado muchos manuscritos, así como algunos de sus recuerdos y trofeos, aunque otros están en el Museo del Deporte de Guaynabo y otros en Arecibo, pero en la casa hubo un fuego en ese cuarto y se perdió todo”.


Víctor Pellot fue enterrado en Porta Coeli, Bayamon.


Pero, para muchos, sigue viviendo en los palcos detrás del plato, de parques como el Bithorn o el Solá Morales, haciendo estallar de risa con sus ocurrencias a los escuchas y demás oyentes que se amontonaban junto a él para ver el juego armados con sus pistolas de millaje y divertidos por sus recuerdos.

280 visualizaciones
bottom of page